Un avión Boeing 767-300 de Delta Air Lines con 176 pasajeros y siete tripulantes a bordo con destino Los Ángeles, perdió una rampa de salida de emergencia el viernes poco después de despegar, lo que motivó su regreso al aeropuerto J.F. Kennedy de Nueva York. Los miembros de la tripulación detectaron un fuerte sonido inusual cerca del ala, declararon una emergencia a los controladores de tráfico aéreo y el vuelo regresó al aeropuerto y aterrizó de manera segura, dijo la aerolínea.
Después de que el avión aterrizara, se hizo evidente que el tobogán de emergencia del avión se había «separado» del avión, dijo Delta Air Lines. El avión fue retirado de servicio y la aerolínea dijo que «evaluaría minuciosamente el avión».
La Administración Federal de Aviación (FAA), que ha iniciado una investigación sobre el incidente, dijo en un comunicado que el vuelo 520 de Delta regresó con seguridad al aeropuerto de Nueva York, después de que la tripulación informara de la circunstancia. Por su parte, la aerolínea indicó que apoya decididamente las investigaciones y colaborará con las mismas.
Se trata del último de una serie reciente de incidentes graves ocurridos en aviones Boeing iniciada a primeros del pasado mes de enero con la pérdida en vuelo de una puerta de un avión de Alaska Airlines. Otro avión perdió una rueda y recientemente ocurrió el desprendimiento de la cubierta de un motor de otro avión en Denver durante el despegue.
Actualmente, todo el mundo tiene puestos sus ojos y su lupa en el gigante aeronáutico norteamericano: reguladores aeronáuticos -especialmente la FAA-, el Departamento de Justicia (DoJ) de EEUU, el FBI, la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), legisladores, accionistas, aerolíneas y pasajeros clientes investigan, escrutan, inspeccionan y denuncian al fabricante.
Todo ello ha significado una fuerte sacudida en la imponente máquina gestora de Boeing y ha supuesto la anunciada remoción de su cuadro directivo y la despedida de su CEO, Dave Calhoun, que dejará su cargo a finales de este año.