El 27 de marzo de 2025, la Agencia Espacial Europea (ESA) ha desactivado de manera definitiva la sonda Gaia, culminando más de una década de observación del cosmos. Desde el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), los ingenieros apagaron los sistemas de la nave y la enviaron a una órbita de retiro alrededor del Sol, asegurando que no interfiera con futuras misiones en el punto de Lagrange L2.
Lanzada en 2013, Gaia revolucionó la astronomía al mapear con precisión casi 2.000 millones de estrellas y otros objetos celestes. Su inmenso catálogo ha permitido estudiar fusiones galácticas pasadas, identificar nuevos cúmulos estelares, detectar exoplanetas y agujeros negros, y trazar la estructura de la Vía Láctea con un detalle sin precedentes.
La sonda también cartografió millones de cuásares y galaxias, y registró las órbitas de cientos de miles de asteroides y cometas. Su trabajo ha sido fundamental para construir la mejor representación de nuestra galaxia vista desde el exterior.
“Las publicaciones de datos de Gaia son un tesoro para la astrofísica y afectan prácticamente todas las disciplinas de la astronomía”, destacó Johannes Sahlmann, científico del proyecto Gaia. Se espera que las próximas publicaciones de datos, previstas para 2026 y 2030, sigan moldeando nuestra comprensión del universo durante décadas.
Un apagado cuidadosamente planificado
Gaia superó con creces su vida útil inicial de cinco años, pero el agotamiento de su combustible obligó a los ingenieros a idear una estrategia de desactivación segura. La prioridad era evitar que la nave regresara a la región de L2, donde operan misiones clave como Euclid y Webb.
Apagar una sonda como Gaia no es una tarea sencilla. Diseñada para resistir fallos, impactos de micrometeoritos y tormentas de radiación, la nave contaba con múltiples sistemas redundantes para reiniciarse automáticamente en caso de problemas. El equipo de control desactivó progresivamente sus subsistemas, desconectó sus instrumentos y corrompió su software para evitar que vuelva a activarse si sus paneles solares encuentran luz. “Fue un momento agridulce”, confesó Julia Fortuno, ingeniera de operaciones espaciales. “Tuve el honor de borrar el software de Gaia y, aunque es emocionante, es difícil despedirse de una misión en la que trabajé más de cinco años.”
A pesar de su apagado, Gaia seguirá influyendo en la exploración espacial. Su catálogo de datos ayuda a orientar misiones como Euclid, mientras que la futura misión Plato utilizará su información para caracterizar estrellas y buscar exoplanetas habitables.
Antes de su retirada, la nave también sirvió para probar tecnologías de propulsión que beneficiarán futuras misiones de la ESA, como LISA, el primer observatorio espacial de ondas gravitacionales.
Como homenaje, los nombres de 1.500 miembros del equipo de Gaia fueron grabados en su memoria interna junto a mensajes de despedida. “Nunca olvidaremos a Gaia, y Gaia nunca nos olvidará”, concluyó Uwe Lammers, director de la misión.