La misión espacial Solar Orbiter cuenta con 10 instrumentos, uno de ellos, el Detector de Partículas Energéticas (EPD, en sus siglas en inglés) está desarrollado por miembros del grupo de investigación Space Research Group de la Universidad de Alcalá (Madrid).
Se trata de un instrumento que estudiará la composición, los flujos y las variaciones de las partículas energéticas emanadas por el Sol. Será capaz de caracterizar sus propiedades físicas sobre un intervalo energético muy amplio, con el objetivo de determinar su origen, sus mecanismos de aceleración y sus procesos de transporte hasta cualquier punto de la heliosfera y contribuir así a entender la relación entre lo que ocurre en el Sol y los fenómenos que observamos en el medio Interplanetario, como por ejemplo, el efecto de las tormentas solares en la magnetosfera terrestre o en las capas superiores de nuestra atmósfera.
El grupo de investigación Space Research Group (SRG-UAH) de la Universidad de Alcalá está liderado por el investigador principal Javier Rodríguez-Pacheco, catedrático de Astronomía y Astrofísica, como parte de un consorcio en el que también participan la Universidad de Kiel (Alemania) y la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.).
Por otro lado, desde el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) en Madrid se llevará a cabo la planificación científica de la misión, la coordinación de las observaciones de los instrumentos, la recuperación de los datos obtenidos por Solar Orbiter, el análisis de dichos datos para identificar los mejores objetivos para nuevas observaciones y su archivo para que, después, puedan estar a disposición de la comunidad científica.
La misión Solar Orbiter se prolongará, inicialmente, durante siete años, en los que el satélite obtendrá imágenes nunca antes vistas de la estrella más cercana a la Tierra. De hecho, será el primero en hacer observaciones de los polos solares, puesto que llevará a bordo varios telescopios.
La ESA pretende que la misión capte detalles de 180 kilómetros de ancho (el ancho del disco visible del Sol es de 1,4 millones de kilómetros). La mayor aproximación al Sol será a unos 42 millones de kilómetros, más cerca que Mercurio, el planeta más cercano al astro. Esta cercanía a la estrella supondrá soportar temperaturas de más de 500oC, para lo que la nave cuenta con un escudo térmico especialmente diseñado para poder funcionar bajo esas condiciones.
Solar Orbiter va a enfrentarse a muchos retos. Además de las altas temperaturas, uno de ellos será su capacidad de operar autónomamente cuando su órbita lo lleve por detrás del Sol y, sobre todo, la variación a lo largo de la trayectoria que seguirá la nave. Para poder observar los polos del Sol, tendrá que seguir una trayectoria inclinada respecto del plano en el que se mueven los planetas y, para conseguirlo, la nave pasará varias veces muy cerca de Venus, con el fin de aprovechar su gravedad para inclinar más y más la órbita del satélite alrededor de Sol.
Los resultados que proporcione Solar Orbiter en los próximos años serán clave para entender los misterios del Sol y el Sistema Solar en su conjunto, hasta ahora desconocidos, sus secretos, cómo funciona o cómo afecta a la Tierra, para que podamos conocer mejor y predecir cualquier evolución futura, tanto de nuestro desarrollo como especie, como de la vida en nuestro planeta.