En los últimos años, la acumulación de desechos espaciales se ha convertido en una amenaza crítica para la operatividad de satélites y futuras misiones espaciales. Según la Agencia Espacial Europea (ESA), actualmente hay más de 35.000 objetos en órbita rastreados activamente, de los cuales unos 11.000 son antiguos satélites. De estos, 5.000 aún están operativos y deben ser maniobrados para evitar colisiones.
Uno de los hallazgos más preocupantes de la ESA en 2023 fue que, incluso si se detuvieran todos los lanzamientos espaciales, la cantidad de fragmentos en órbita seguiría aumentando. Esto se debe a que los objetos ya presentes continúan generando colisiones y fragmentaciones, en un fenómeno conocido como el «síndrome de Kessler». «Este efecto en cadena puede provocar que la situación se vuelva críticamente incontrolable si no se toman medidas inmediatas», explica Alfredo M. Antón, jefe de la división para el segmento terreno del programa de seguridad espacial de la ESA en GMV.
Ante este panorama, la ESA ha impulsado la iniciativa «Zero Debris Charter», un compromiso para que, a partir de 2030, se implementen medidas para no generar nuevos desechos espaciales e incluso reducir los existentes. Este proyecto involucra a la industria espacial europea y también a empresas de otros países, como Amazon y LeoLabs, que han contribuido a desarrollar un marco técnico con recomendaciones específicas.
El objetivo es garantizar que las futuras misiones adopten diseños y prácticas que permitan la desorbitación controlada de satélites al final de su vida útil y la minimización de fragmentaciones accidentales. No obstante, esto supone un reto económico significativo, ya que incrementará los costes de misiones y lanzadores.
Un marco normativo aún difuso
Uno de los mayores desafíos para la regulación de los desechos espaciales es la ausencia de una normativa internacional vinculante. Actualmente, cada país regula sus propios lanzamientos, lo que permite que algunos eviten restricciones ambientales y económicas. Este vacío legal podría incentivar a ciertos actores a buscar jurisdicciones más permisivas, socavando los esfuerzos de sostenibilidad orbital.
También existe incertidumbre sobre la responsabilidad legal en caso de colisiones entre desechos espaciales y satélites operativos. En teoría, el propietario del objeto original es responsable de los daños, pero la aplicabilidad de esta norma es difícil debido a la falta de un sistema global de regulación y penalizaciones.
Varias iniciativas tecnológicas buscan activamente soluciones para la eliminación de escombros espaciales. Sin embargo, surgen interrogantes sobre la legalidad de la captura de objetos en órbita que pertenecen a otros países o entidades. La regulación de estas operaciones sigue siendo difusa y «la cooperación internacional es esencial para avanzar hacia una solución efectiva», comenta Antón.
El problema de los desechos espaciales guarda similitudes con la crisis climática. Si los esfuerzos globales no son coordinados y vinculantes, la situación podría empeorar rápidamente. Aunque la iniciativa «Zero Debris» representa un paso importante, sin un compromiso generalizado de todos los países y actores espaciales, la viabilidad de un espacio sostenible sigue en duda.