La industria de la aviación tiene un historial de mejoras medioambientales “para estar orgulloso”, aseguran en un informe de Eurocontrol. De hecho, desde 1990, el sector ha evitado 10.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 y una reducción por kilómetro y asiento del 80% desde los primeros vuelos.
La eficiencia medioambiental ha sido uno de los problemas en los que más se ha volcado el sector aéreo a lo largo de los años. En concreto, el combustible quemado cada 100 kilómetros era de 4,4 litros en 2005, mientras que en 2017 esta cifra cae hasta los 3,4 litros, es decir, un 24% menos.
Se estima que el ahorro entre los años 2013 y 2020 sea de 193 millones de toneladas de CO2. De hecho, el programa CORSIA de la OACI podría potencialmente mitigar alrededor de 2,5 billones de toneladas de CO2 y podría generar aproximadamente 40.000 millones de dólares de financiación para 2035.
Sin embargo, la aviación todavía produce más de 900 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2018 y está sometida a una presión para reducir las emisiones rápidamente, lo que supone dificultades en un sector con un retorno de la inversión medido en décadas.
Aun así, la industria está realizando inversiones masivas que comienzan a dar sus frutos. La última generación de aviones (los A350 o los B787, por ejemplo) son propulsados por motores más eficientes que queman aproximadamente un 20% menos de combustible que el avión que reemplazan.
La introducción de estos aviones menos contaminantes, previsiblemente para 2030-2035, tendrán un gradual efecto, a menos que haya una oleada de reemplazo de las flotas. Además, el tamaño medio de los aviones también está aumentando, con una mayor proporción de asientos por vuelo lo que supone otra mejora en la eficiencia medioambiental.
Por otro lado, la gestión del tráfico aéreo puede influir en aproximadamente el 6% de las emisiones de la aviación en Europa, según Eurocontrol, quien está trabajando con la industria y las aerolíneas para adecuar el número de operaciones, lo que podría reducir las emisiones de CO2 en hasta 1,1 millones de toneladas al año.
Algunos estados de la UE han comenzado a introducir objetivos para el uso de biocombustibles en la aviación, con hasta un 30% de participación para 2030. United Airlines, KLM y British Airways está invirtiendo en la producción de combustibles sostenibles y están comprometidos a comprar este tipo de combustible en los próximos años, pero esto solo cubrirá una pequeña proporción de sus vuelos.
Las posibles fuentes de energía alternativas son las celdas de combustible de hidrógeno y combustible eléctrico, en los cuales el agua se electroliza para extraer su hidrógeno, que luego se combina con CO2 capturado de la atmósfera para producir un combustible de hidrocarburo líquido directo.
Pero ambos requieren una nueva infraestructura significativa y, como los procesos de producción son intensivos en energía, esto necesitaría venir de fuentes renovables para tener sentido.
Los fabricantes de motores y fuselaje están profundamente involucrados en la investigación de sistemas de propulsión completamente eléctricos. De hecho, ya están volando pequeños aviones híbridos que dan una mayor confianza a la hora de lograr una penetración más profunda en el segmento de los vuelos eléctricos.
Las industrias de drones y vehículos aéreos no tripulados pueden ser los que arrojen innovaciones en el sector en este sentido. Algunas empresas están impulsando nuevos conceptos como la movilidad aérea urbana y persiguen una mejora rápida del rendimiento de la batería.