Artículo escrito por un trabajador de Aena, recogido en la web de la Federación de Empleados Públicos (FEP) de la Unión Sindical Obrera (USO).
No se trata del documental promovido por Al Gore sobre el calentamiento de la Tierra, sino el intento de transmitir el calentamiento, la indignación y la desesperación de los miles de trabajadores de Aena, que en los últimos tiempos están viendo, perplejos, cómo de una empresa pública y rentable hasta hace pocos años, hemos pasado a un escenario completamente al revés, pérdidas en casi todos los aeropuertos y una deuda galopante con un baile de cifras que rondan entre los 12.000 y 14.000 millones de euros.
Aena, que dice ser el mayor gestor de aeropuertos del mundo, una empresa declarada como un servicio público estratégico de interés general, que hasta hace pocos años se autofinanciaba, dedica hoy la mayor parte de lo que ingresa a pagar los intereses de esa astronómica deuda, que ha situado a la empresa poco menos que en la quiebra y a los trabajadores y trabajadoras con un panorama bastante oscuro.
Precisamente en estos días estamos asistiendo a la “negociación” entre la empresa y los sindicatos con el fin de promover por parte de la empresa unas “bajas voluntarias” para los trabajadores mayores de 55 años y que se estiman alrededor de unos 1.500.
O eso es, más o menos, lo que desea Aena: quitarse de un plumazo 1.500 trabajadores y así resolver el problema de la empresa, de su deuda, para ponerla en el mercado y luego malvenderla al mejor postor.
Lo surrealista de todo ello es que los que han estado en la picota decidiendo en estos últimos años en la empresa y que la han llevado a una quiebra técnica, son los que ahora siguen mandando y eligen como mejor fórmula para resolver los problemas echar a la calle a 1.500 trabajadores y dejar al resto del colectivo con un futuro muy incierto.
El endeudamiento de Aena se ha multiplicado por tres desde el año 2005 y desde ese momento no hemos visto que ninguno de estos “gurús” de la gestión hayan dimitido o hayan sido cesados por incompetentes o por algo más grave, por supuesta corrupción o quebranto de los recursos públicos.
Como consecuencia de este agujero negro, ahora Aena se arrastra, el plan de austeridad impuesto o más bien irremediable, ha llevado a los aeropuertos a abaratar todos sus servicios hasta una rebaja de un 20% o más, muchos concursos quedan desiertos porque las empresas no se presentan, deteriorando la imagen del servicio prestado y poniéndonos en cuanto a servicio y calidad al nivel de los países del tercer mundo.
Y no digamos nada de la seguridad que también tendrá que sufrir los recortes; entonces se pondrá en entredicho que volar es seguro, aunque los “gurús” tienen explicaciones para todo y tratarán de salirse con la suya, diciendo que todo va bien, ande yo caliente y ríase la gente.
La ministra Pastor también está patinando en su gestión con este tema, pues se ha limitado a pedir las cuentas para presentarlas en el Parlamento y proponer rebajas de horarios operativos en algunos aeropuertos.
Pero lo anecdótico y preocupante es que las ha pedido tres veces y, que se sepa, hasta ahora no ha pedido o ha solicitado una profunda investigación o auditoría a fin de esclarecer y pedir responsabilidades si las hubiera, donde se ponga de manifiesto toda la gestión de la empresa en los últimos años y conocer quién o quiénes son los responsables de esta monstruosa y descomunal deuda.
Para los mandamases de Aena la culpa la tienen los trabajadores, aquellos que han dedicado toda su vida a sacar el trabajo adelante, a los que siempre han creído en la prestación de un buen servicio público y que la empresa creciera cada día.
Esos trabajadores que han dedicado toda su vida al servicio de Aena, muchos con más de 40 años de servicio, ahora resulta que son los culpables y no pueden tener una salida digna en los pocos años que le quedan.
Aena es una verdad incómoda, es una triste realidad. Es la triste historia de una empresa pública, que era rentable, que generaba negocio al erario público, que creaba empleo directo e indirecto, que poseía un gran negocio en España y fuera de ella y que en pocos años la han llevado al traste.
Ahora los mandamases, escudándose en la crisis, pretenden eludir responsabilidades y seguir mangoneando, presuntamente.
Esto no debe quedar así: el Gobierno tiene la obligación, y los trabajadores y trabajadoras de Aena se la exigimos, de promover una investigación exhaustiva y de poner a los que han provocado este desastre en el lugar que les corresponda y no seguir echando mano de la parte más débil y con la fórmula mas fácil: el despido de los trabajadores, liquidar a la empresa para luego malvenderla. Con ello saldarían una décima parte de la deuda. Pan para hoy y hambre para mañana.