El Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de Españ;a (Coiae) es hoy una nave a la deriva. Hace añ;os que perdió el rumbo y ahora ha encallado en el arrecife de la intransigencia y el desacato. Su último capitán, Felipe Navío, ha abandonado el barco en el momento más crítico, sin duda, para la corporación, sin dar explicaciones ni hacer el preceptivo traslado de poderes.
Es la triste crónica de un naufragio anunciado. En una situación de grave crisis económica por el cese de la obligatoriedad de los visados, la implantación de la colegiación voluntaria por el proyecto de Ley de Colegios y Servicios Profesionales y ante la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) y el auto de ejecución de la misma, el desconcierto y la sinrazón han hecho encallar la nave colegial.
La Ley Omnibus, con su cese de la obligatoriedad de los visados, ya sentenció a muerte por asfixia económica a muchos colegios profesionales, entre ellos, el Coiae, condenado a vivir exclusivamente de las cuotas de sus colegiados obligados hasta ahora legalmente a su colegiación. Pero es que el nuevo proyecto de Ley de Colegios y Servicios Profesionales aprobado el pasado 2 de agosto, que exime a los ingenieros aeronáuticos de esa obligatoriedad de colegiación para ejercer su profesión, le proporciona al Coiae definitivamente la puntilla. Por si fuera poco, la sentencia firme del TSJM le estalla entre las manos provocando una grave crisis institucional. Excesivo flete para tan lábil y frágil nave. Demasiado para Navío.
El pasado 4 de julio por la noche, el último administrador de hecho del Coiae dejó oficialmente la sede colegial sin querer saber más de los compromisos contraídos con sus compañ;eros y con los Estatutos de la institución y del naufragio al que ésta se veía abocada. En realidad, ya había abandonado el barco semanas antes, cuando encargó a uno de los empleados de la oficina colegial que vaciara el despacho y bajara a su coche sus efectos personales.
La sentencia 1631/2012 de 7 de diciembre de 2012 del TSJM había dado la razón definitivamente a los seis miembros de la Junta Directiva que seis añ;os antes cesó al entonces decano, Antonio Martín, desestimando el recurso contencioso-administrativo de éste contra su destitución y declarándole cesado conforme a derecho desde el 11 de diciembre de 2006, inhabilitando y anulando, por ende, todas las actuaciones de gobierno y administración colegiales realizadas por el cesado -solo y en compañ;ía de otros- con posterioridad a dicha fecha. El auto de ejecución de sentencia del propio tribunal del 20 de mayo último estableció que en virtud de dicho título judicial la Administración recurrida, es decir, la Junta Directiva que cesó al decano y contra la que éste recurrió, debía recobrar sus competencias.
Así lo entendieron la mayoría de los administradores de hecho -que no de iure- del Coiae que, tras hacerse públicos los títulos judiciales mencionados, decidieron poner fin a la irregular situación en que se encontraban y, tras un paréntesis de casi siete añ;os de anómala vida colegial, facilitar el traspaso de competencias a la legítima Junta Directiva desposeída en su día de las mismas.
Se había fijado para la despedida de los hasta ahora gestores del Coiae y el traspaso de competencias a la legítima Junta Directiva pilotada por el decano Julián Simón, tal como establece el fallo judicial y el auto de ejecución de sentencia, la tarde del pasado 4 de julio, víspera de la fecha prevista meses antes para la cena anual de colegiados y que hubo que suspender porque sólo se habían apuntado 9 de ellos con algunos acompañ;antes.
La reglamentación colegial contempla las formalidades del 'relevo de guardia' o sucesión en el órgano de gobierno del Coiae y establece una reunión de ambos equipos, el saliente y el entrante, para una pacífica entrega de documentación y traspaso de poderes. Así había sido acordado entre Navío y Simón para esa tarde de primeros del pasado julio en el domicilio social del Coiae. Pero, según fue pasando la tarde, el primero cambió de planes y fue citando al segundo mediante sucesivos mensajes de móvil en algún bar próximo a la sede colegial. ¡Magnífico escenario para la ceremonia oficial del traspaso de poderes de una corporación de derecho público de ámbito nacional, con personalidad jurídica propia y plena capacidad para el cumplimiento de sus fines!
En realidad, en opinión de muchos colegiados, como en los más de tres añ;os y medio de navegación, Navío no fue capaz de poner orden entre su tripulación, cedió a la intransigencia de los insubordinados y optó por el lavamanos, a lo Poncio Pilatos, buscando la salida por la puerta de atrás, dejando desguarnecido al Colegio de autoridad y representatividad y lo que es peor, sin dar la cara ni explicar su decisión. El capitán del barco huía por la escotilla en busca del bote salvavidas en medio de la confusión del naufragio.
A varios colegiados, según manifestaron a este diario, el episodio les evocó la imagen del crucero Costa Concordia, que a las 21:42 horas del día 13 de enero de 2012 naufragó frente a la isla de Giglio, en la región italiana de Toscana, en el Mediterráneo. Al capitán Francesco Schettino le vieron abandonar el Costa Concordia equipado con salvavidas y acompañ;ado de una rumana en la primera lancha de salvamento de pasajeros. Schettino se enfrenta ahora a un juicio en la localidad italiana de Grosseto. Entre otros delitos se le acusa de haber abandonado su nave cuando la evacuación de pasajeros estaba en curso.
Como otros veranos, Navío habrá soltado amarras a su pequeñ;o barco y se habrá hecho a la mar en aguas del archipiélago balear, ajeno a todo lo que sea el Coiae, la ley de Colegios Profesionales, la sentencia del TSJM y los autos de ejecución y aclaración solicitados en su nombre y en virtud del poder por él otorgado. Habrá leído por la prensa el proyecto legislativo por el Gobierno y, sin duda, se habrá sentido aliviado y liberado. ¡Pelillos a la mar!
Pero los colegiados, a los que él ha estado teóricamente representando y gobernando durante más de tres añ;os, se merecen una explicación que hasta ahora, que sepamos, aún no se ha dignado ofrecer. Está obligado a motivar su abandono del puesto, a explicar por qué lo hizo en ese momento y sin anunciarlo a nadie. Debe dar cuenta de qué ha hecho por el Colegio en un momento tan crítico como el de la elaboración del presente proyecto de ley, qué negociaciones ha llevado a cabo con las autoridades y con los responsables del legislativo que habrán de dar luz verde a la futura ley. Deberá justificar por qué no efectuó debidamente el traslado de competencias, la entrega de documentación y de las llaves de la sede colegial a la legítima Junta Directiva, por qué cambió la cita convenida en el domicilio social del Coiae por una charla con una cerveza en la barra de un bar. Por qué con su política a lo Pilatos o a lo Duguesclín -“ni quito ni pongo decano”- ha dejado el Colegio a la deriva. Y, sobre todo, por qué no ha cumplido ni ha hecho cumplir la sentencia del TSJM y su auto de ejecución.
Quienes confiaron a finales del añ;o 2009 en que Navío podía ser el salvavidas de un Colegio francamente en descomposición se equivocaron de pleno y no han podido quedar más decepcionados. Según éstos, el nuevo gestor llegado entonces a la sede oficial del Coiae no hizo nada por solventar la división existente en la corporación. En realidad, desoyó, marginó e ignoró a aquellos a quienes luego el TSJM ha dado la razón y se aprestó a seguir una guerra que no era la suya ni la del Coiae, sino la de un colegiado particular que en su día fue cesado conforme a derecho por una causa nada baladí (Justitia dixit).
Así, el decano cesado hace seis añ;os y su heredero han escrito conjuntamente la que posiblemente sea la página más negra y vergonzosa de la historia de la vida del Coiae que está a punto de cumplir medio siglo de vida. De mil maneras se puede terminar una misión, cesar en una responsabilidad, abandonar un puesto. Las hay más o menos vergonzantes y más o menos decorosas. La adoptada este verano en el Colegio de Aeronáuticos no ha sido precisamente la más digna y elegante.
El capitán Schettino fue visto en las sombras de la noche salir en el primer bote salvavidas y junto a una rumana dejando escorado el Costa Concordia. A Navío le vieron abandonar el Colegio tras ordenar a un empleado que bajara al coche todos los efectos personales de su despacho.
Y al despertar del letargo vacacional, el dinosaurio del Coiae aún estaba allí como un navío a la deriva.
Francisco Javier Gil