El firmamento sobre el desierto del sur de California fue testigo del imponente avance tecnológico que se avecina. Una aeronave de transporte, un gigante de 117 metros de envergadura, se encontraba en la pista, atrayendo miradas y expectativas. Más allá de su reluciente estructura blanca, los ojos se posaron en un vehículo más pequeño acoplado al centro de la nave. Este, unido al avión Roc de Stratolaunch, representaba el primer paso hacia un nuevo paradigma en el negocio de servicios de vuelos hipersónicos.
Hace cuatro años, la idea de realizar pruebas de vuelo hipersónico parecía una quimera. Stratolaunch, concebido originalmente para lanzar satélites pequeños, quedó a la deriva tras el fallecimiento de Paul Allen, su fundador, conocido por su vínculo con Microsoft. Esta aeronave, construida por Scaled Composites, estaba destinada a transportar vehículos de lanzamiento satelital entre sus dos fuselajes, de ahí su nombre, Roc, como el ave mítica de los cuentos árabes que llevaba elefantes en sus garras. Sin embargo, el giro de liberar los cohetes en la estratosfera no logró darle a Stratolaunch la ventaja competitiva que esperaban en la carrera por los contratos de lanzamiento.
En 2019, la compañía se tambaleaba al borde del cierre, un destino que habría relegado al gigante de doble fuselaje a convertirse en una mera curiosidad histórica, el avión con mayor envergadura jamás volado. Sin embargo, Stratolaunch viró su rumbo hacia los servicios de pruebas hipersónicas, una decisión que cristalizó tras ser adquirida por la firma Cerberus Capital Management de Steve Feinberg, especializada en revitalizar empresas en apuros. Este cambio llevó a la contratación de Aaron Cassebeer, ingeniero de Scaled Composites, quien lideró un equipo de 75 ingenieros en la creación del banco de pruebas volador reutilizable propulsado por cohetes: el Talon-A.
Si bien las fechas exactas no se han revelado, se espera que el primer vehículo de prueba, TA-1, sea lanzado desde el Roc sobre el Pacífico antes de finalizar este año, demostrando la capacidad de alcanzar velocidades hipersónicas. Para principios de 2024, se planea el lanzamiento del TA-2 para demostrar su capacidad de navegación y aterrizaje autónomo en la Base de la Fuerza Aérea de Vandenberg.
Stratolaunch proyecta desplegar una flota de vehículos Talon-A para volar repetidamente a velocidades hipersónicas, un enfoque que, según ellos, será atractivo para clientes como la Agencia de Defensa de Misiles de EEUU. El objetivo es probar el seguimiento de vehículos hipersónicos, especialmente ante la creciente actividad de China y Rusia en esta área.
Sin embargo, este avance no llega sin sus desafíos tecnológicos. El material de protección térmica para soportar las altas temperaturas generadas a velocidades hipersónicas ha sido un punto crítico. Estrategias como emplear materiales de protección del programa del transbordador espacial y pruebas de adherencia entre estos materiales y la estructura de fibra de carbono del Talon-A fueron parte del proceso de desarrollo.
La demanda por vuelos hipersónicos es evidente y Stratolaunch busca ofrecer estos servicios a un coste mucho menor que los vuelos individuales del gobierno de EEUU. Esto no solo beneficiará a clientes gubernamentales, sino también a empresas que desarrollan aviones hipersónicos civiles para transporte.
El enfoque en la reutilización y la flexibilidad en la adaptación de sus vehículos para diversos clientes plantea un nuevo paradigma en la industria de pruebas hipersónicas. A medida que se acerca el primer vuelo de prueba, las expectativas y las apuestas para Stratolaunch están en aumento. Su visión de vuelos semanales hipersónicos podría ser el próximo paso en la revolución aeroespacial.