Aparte de las 346 víctimas de los dos trágicos accidentes de la compañía indonesia Lion Air y Ethiopian Airlines, que son los principales damnificados, cuyas pérdidas son irreparables, hay otros muchos supervivientes perjudicados por esas tragedias. Se trata de personas que han perdido sus seres queridos o sus puestos de trabajo o su fe en la industria del transporte aéreo, o bien empresas que han visto reducidas en gran parte sus ganancias.
Por supuesto, que ninguna indemnización por grande que sea mitiga el dolor de los familiares de las víctimas. Ellos son los primeros damnificados supervivientes de ambas tragedias, a infinita distancia de los demás.
Entre los otros, figura como primera víctima Eric Lindbal, que fuera jefe del programa 737. Abandonó Boeing el pasado 11 de julio sustituido por Mark Jenks, hasta entonces vicepresidente del proyecto New Airplane Airliner (NMA).
Tres meses después, el pasado día 11, el Consejo de Administración de Boeing acordó apartar de las funciones de presidente a su CEO, Dennis Muildenburg, que fue sustituido en la presidencia de la compañía por David L. Calhoun.
Once días más tarde, Boeing sustituyó al presidente y consejero delegado de Boeing Commercial Airplanes, Kevin McAllister, por Stan Deal, hasta ahora presidente y consejero delegado de Boeing Global Service, convirtiendo a aquél en el empleado de mayor rango en abandonar la compañía tras los dos accidentes.
En este apartado personal y profesional hay que tener muy en cuenta a los pilotos, para quienes ha faltado información, capacitación y entrenamiento y que, como desgraciadamente se ha visto, se ha puesto en peligro las vidas de algunos de estos profesionales y se ha contado poco con ellos a la hora de aprobar los nuevos sistemas del avión.
Por lo que se refiere a las empresas, figuran como perjudicadas las cerca de 70 compañías aéreas que cuentan en sus flotas o tienen pendientes de entrega aviones B737 MAX cuyo vuelo está prohibido desde el pasado mes de marzo con las pérdidas económicas que eso supone para su cuenta de resultados y el descenso de confianza en la industria del transporte aéreo en general.
Una de las últimas empresas víctimas por ahora de la doble tragedia es la estadounidense Xtra Aerospace, con sede en Florida, que reparó un sensor sospechoso de contribuir al trágico accidente del B737 MAX 8 de Lion Air hace ahora un año y a la que la FAA norteamericana acaba de revocar el pasado viernes la certificación de empresa reparadora.
Y, desde luego, la gran perjudicada es la constructora aeronáutica norteamericana Boeing que, además de sus pérdidas económicas en cuanto a pedidos, producción y entregas de aviones, acumula en este su “annus horribilis”, un grave descenso en su reputación a nivel internacional y en EEUU donde afronta una serie de investigaciones, no sólo de carácter administrativo, sino incluso político, teniendo pendientes una serie de declaraciones ante el Congreso dem los EEUU.
Por de pronto, Boeing está haciendo frente a cuantiosas indemnizaciones judiciales o extrajudiciales por pérdidas de vidas humanas. También habrá de afrontar negociaciones con las compañías damnificadas por la inmovilización desde el pasado mes de marzo de sus B737 MAX y por el retraso en la entrega de pedidos. Y todo ello en medio de una cuenta de resultados, que en el último trimestre ha registrado una pérdida del 95% en sus beneficios.
Finalmente, tendrá que atenerse a las consecuencias que resulten de las investigaciones que la FAA, la Inspección General de la Secretaría de Transporte, la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB) y el Congreso de los EEUU llevan a cabo por los dos trágicos accidentes del B737 MAX ocurridos en este año.