Tiempos difíciles éstos que estamos viviendo desde hace ya unas largas semanas. Momentos de confinamiento y reclusión por culpa de un virus letal que viaja velozmente por toda la Tierra sembrando la muerte y la enfermedad, colapsando el mundo y condenando a los seres humanos al encierro doméstico forzado y la cuarentena.
Más de un tercio de la humanidad permanece recluida, sumida en la incertidumbre, el pánico y la psicosis creados por la pandemia del coronavirus y la consiguiente recesión económica que lleva consigo como secuela. Se han cerrado prácticamente las fronteras y ha cambiado nuestro modo de vida. El mundo se ha quedado mucho más pequeño.
Parece increíble que en pleno siglo XXI, con todos los medios y logros tecnológicos alcanzados por el hombre, éste se encuentre absolutamente inerme, frágil, vulnerable e indefenso, amenazado de muerte y desolación, como hace siglos nuestros antepasados se enfrentaron con la peste. Pero eso sí, sin necesidad de salir de casa para contar cuentos, como en el Decamerón de Boccaccio; ahora las historias nos las cuentan a través del televisor o las redes sociales, vía móvil o Internet.
Nos vemos inmersos en una verdadera guerra mundial no declarada contra un enemigo microscópico que no entiende de ideologías ni sexos ni clases sociales. Lo invade todo. Como ha dicho recientemente el jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), general Miguel Ángel Villarroya, “en esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir y luchar todos somos soldados”.
Por eso, desde nuestra misión de comunicadores, alzamos la voz y la palabra como municiones y pertrechos. “La mejor defensa contra los patógenos es la información”, señala el historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Esa es, en efecto, nuestra arma antiCovid-19.
Es verdad que nuestra tarea resulta irrelevante, absolutamente insignificante, ante la enorme y decisiva labor de los auténticos héroes de la situación, quienes combaten en vanguardia: sanitarios, auxiliares, agentes policiales, guardias civiles, militares y todo tipo de profesionales que trabajan para que la vida de la mayor parte de ciudadanos siga, aunque sea más incómoda y distinta. Desgraciadamente, nosotros no curamos ni salvamos vidas ni atendemos pacientes, pero en nuestras humildes manos, desde la retaguardia, ofrecemos cada día una pequeña transfusión de información, de conocimientos de los hechos que consideramos de más interés para nuestros lectores/suscriptores.
Se trata del derecho fundamental reconocido y protegido en nuestra Constitución “a expresar, difundir y comunicar libremente pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”, que no es solo un derecho de los comunicadores, sino fundamentalmente el derecho de los ciudadanos consumidores a “recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”, como consagra la propia suprema norma española.
Pero es que, además, la información, por modesta herramienta que sea, es también un instrumento eficaz para derribar los muros de incomunicación, aislamiento, confinamiento y reclusión que se han alzado entre nosotros en estas desgraciadas circunstancias en que nos encontramos desde hace ya varias semanas para protegernos del coronavirus.
Como ha reconocido el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su comparecencia del pasado día 28 por la tarde, la información es uno de los trabajos esenciales que se pueden realizar durante la prórroga del estado de alarma. No podía ser menos, pues como hemos dicho, está reconocido y protegido constitucionalmente como un derecho fundamental de los informadores y de los consumidores de la información.
Pero es que, además, los derechos a informar y a informarse, a transmitir información y a recibirla, se pueden ejercer sin salir de casa. Gracias al teletrabajo y a las modernas tecnologías de la información, a nuestros colaboradores y a nuestros anunciantes, los lectores/suscriptores pueden leer y recibir en sus domicilios nuestras informaciones.
Mientras sigamos con fuerzas y el enemigo no logre desarmarnos, continuaremos intentando desactivar su fuerza y desinfectar el paisaje combatiendo al coronavirus con la voz y la palabra desde estas páginas de nuestra revista, desde el boletín diario y nuestra web actualizada. Y que nuestros lectores/suscriptores, allí donde se encuentren, puedan seguir recibiendo nuestras informaciones todos los días. Unidos, intentaremos derrotar al virus. Ánimo y mucha suerte. Seguiremos informando.
Editorial del número de abril de nuestra revista digital.