Madrid.- El cese de José Manuel Vargas al frente de Aena ya es un clamor popular. La oposición, los sindicatos, en la prensa y entre muchos de los pasajeros que han sufrido este verano el caos de las huelgas de trabajadores en aeropuertos como el barcelonés de El Prat están pidiendo al Gobierno el cese del presidente de la empresa gestora aeroportuaria.
Además de las insistentes reclamaciones del PSOE, de la UGT, del sindicato de los funcionarios (CSIF), de los trabajadores de seguridad de Eulen en el aeropuerto de Barcelona y de los propios empleados de Aena, que tienen convocadas 25 jornadas de huelga sólo en septiembre, está el clamor que emana de la prensa.
En el diario “El país”, Ramón Muñoz se preguntaba este sábado: “Mientras en El Prat sigue el caos, ¿dónde está el presidente de Aena?” Y añadía: “El gestor aeroportuario no ha dado ninguna explicación de un conflicto que afecta a sus clientes, pero que ha dejado en manos del Gobierno”.
Llama la atención al periodista que “el presidente de Aena, José Manuel Vargas, aunque haya participado en las reuniones convocadas por Fomento, tampoco haya comparecido públicamente para ofrecer la versión de la empresa de la que es máximo responsable”. Y añade: “Esta actuación pasiva o en un segundo plano ha provocado varias críticas, tanto desde el ámbito sindical como el de la oposición política, que acusan a Vargas de estar más preocupado por el valor de la acción que por resolver los problemas de gestión del día a día”.
Por no citar las muchas voces que se han alzado desde la prensa especializada, baste como ejemplo de esta indignación en la opinión pública y publicada en los periódicos generalistas la petición del rotativo madrileño “La razón” -nada sospechoso de oposición al Gobierno del Partido Popular- que por dos veces en el escaso margen de una semana ha clamado contra “la nefasta gestión de Vargas en Aena”.
“Es imprescindible que el ministro De la Serna tome cartas en el asunto de la nefasta gestión de Aena, empresa participada al 51% por Fomento, a través de la secretaría de Estado de Infraestructuras que preside Julio Gómez-Pomar, que es la causa última de los problemas que aquejan al sector clave del transporte aéreo”, dice en su editorial del pasado viernes el diario madrileño.
“Se impone, pues, la destitución del presidente de Aena, José Manuel Vargas, quien, a tenor de sus decisiones, no termina de comprender que la empresa que dirige se debe al servicio público de toda la sociedad española, y no sólo a criterios economicistas que, a la postre, sólo han conducido al deterioro de la calidad de una empresa que fue referente internacional en la gestión aeroportuaria”, añade el editorialista.
“Es del máximo interés la denuncia del sindicato CSIF, en la que coinciden otras centrales como la UGT, de que en José Manuel Vargas priman más los intereses de los fondos de inversión que se hicieron con el 49% del capital en el proceso de privatización que los intereses públicos de la principal industria española”.
“Como explican los representantes del CSIF, la cascada de conflictos laborales que ha tenido que enfrentar Aena tiene su causa en una política de contratación de servicios que busca la reducción de costes por encima de cualquier otra consideración, y que lleva a las empresas adjudicatarias, como en el caso de Eulen o de las contratas de limpieza, a trabajar con unos márgenes inviables”.
“Ciertamente, el ministro de Fomento tiene las manos atadas, puesto que la ley siempre obliga a aceptar la oferta ‘más ventajosa’ para la administración pública, pero de lo que se trata es de no forzar unas condiciones a la baja que en demasiadas ocasiones no cubren la calidad del servicio o los derechos de subrogación de los trabajadores. Y no puede el presidente de Aena aducir perjuicio a los accionistas, puesto que la empresa se privatizó con una valoración de 58 euros por acción, cuando ya se cotizan a más de 160 euros. Es decir, como también denuncia CSIF, con una seria merma para las arcas del Estado. La destitución de José Manuel Vargas se antoja imperativa si se quiere retomar el rumbo perdido en la que fue una empresa modelo”, concluye el comentario editorial de “La razón”.