Efectivamente, no ha sido 2019 un buen año para Boeing. Tras la inmovilización por más de nueve meses de los 737 MAX en todo el mundo después de dos accidentes en los que murieron 346 personas y la paralización de la producción de su avión más vendido a partir del próximo día 31, ahora fracasa el primer intento de la aventura espacial de llevar a la ISS su nave CST-100 Starliner.
La cápsula espacial diseñada y fabricada por Boeing para ser tripulada fue lanzada con éxito desde Florida el pasado viernes, pero un error del temporizador automático impidió que Starliner alcanzara la órbita correcta para llegar 25 horas después a la estación espacial.
Starliner aterrizó este domingo en el desierto de Nuevo México, después de que un software defectuoso obligara a los técnicos a interrumpir una misión no tripulada destinada a llevarla a la ISS. Es la primera vez que una cápsula espacial orbital norteamericana diseñada para ser tripulada regresaba a la Tierra aterrizando, como lo hacen las naves rusas y chinas. Todas las anteriores estadounidenses, incluida la Crew Dragon de SpaceX, amerizaron en el océano.
Ni los científicos de Boeing ni los de la Nasa han podido explicar por qué el software hizo que la nave espacial errara en su encuentro con la órbita prevista. Otra vez, el maldito software protagonista de un fallo de Boeing, como en el 737 MAX.
Minutos después del lanzamiento, Starliner se separó de los dos propulsores de cohetes principales, con el objetivo de alcanzar la ISS a unos 409 km sobre la Tierra. Pero los problemas con el software autónomo de Boeing hicieron que la cápsula detectara incorrectamente en qué órbita se encontraba, por lo que disparó los propulsores incorrectos durante más tiempo del necesario, quemando demasiado combustible muy pronto.
Boeing diagnosticó el fallo como un problema de software de «recuperación de datos» que recopiló el tiempo de misión incorrecto. Cuando el Starliner recibió la información correcta, ya era demasiado tarde para continuar a la estación espacial porque el combustible estaba en peligro de agotarse. Todo ello plantea más interrogantes sobre la destreza de ingeniería del constructor aeroespacial norteameicano.
El fallo de Starliner se produce justo cuando Boeing buscaba una victoria de ingeniería y relaciones públicas en un año marcado por una crisis corporativa por la inmovilización de su avión 737 MAX tras dos accidentes fatales y el anuncio de la interrupción temporal de su fabricación.
La Nasa contrató en 2014 a dos empresas norteamericanas, Boeing y SpaceX, para desarrollar dos sistemas distintos de cápsulas espaciales capaces de transportar a la ISS a astronautas desde suelo estadounidense por primera vez desde que el programa de transbordadores espaciales de la agencia espacial terminó en 2011, obviando así la dependencia que desde entonces tiene de las naves espaciales rusas para volar a la estación orbital.
Dentro del Programa Comercial Tripulado de la Nasa, el contrato adjudicado a Boeing fue el más importante: 4.200 millones de dólares, mientras que el adjudicado a SpaceX fue de 2.500 millones de dólares.
Es verdad que en esta ocasión se trataba del primer lanzamiento de prueba sin tripulantes, pero el vuelo de Starliner hacia la ISS suponía para Boeing competir con la empresa SpaceX que llevó con éxito su cápsula Crew Dragon a la estación espacial en el pasado mes de marzo, justo cuando Boeing recibía el mazazo de la inmovilización de su avión 737 MAX.
Además de dañar el prestigio de Boeing, el fallo de Starliner supone un duro golpe para los planes estadounidenses de iniciar los vuelos tripulados a la ISS el próximo año.