El próximo 5 de junio, una pequeña casa roja, una cabaña tradicional sueca, se convertirá en la primera casa en aterrizar en la Luna. Tras viajar por el espacio durante más de cuatro meses a bordo del módulo lunar RESILIENCE, la obra de arte conocida como “La Casa Lunar” entra ahora en su fase más crítica: un aterrizaje suave en la región del Mare Frigoris, el Mar del Frío.
Esta singular fusión de arte y tecnología comenzó con una idea audaz, casi imposible. En 1999, el artista sueco Mikael Genberg imaginó colocar una clásica casa roja con esquinas blancas en la Luna. Desde entonces, un grupo diverso de ingenieros, soñadores y creyentes apasionados ha mantenido viva la visión, a través del tiempo y el espacio, por la Tierra y ahora en el espacio profundo.
No se trata de ciencia ni de política, afirma Genberg. Se trata de recordarnos lo que todos compartimos: nuestra humanidad, nuestra imaginación y nuestro anhelo de hogar. Una casa roja que mira hacia el Punto Azul Pálido, como Carl Sagan describió una vez nuestro frágil planeta.
A pesar de décadas de avances tecnológicos, aterrizar en la Luna sigue siendo uno de los desafíos más complejos en los vuelos espaciales. La empresa japonesa ispace emprende su segunda misión tras un intento fallido en 2023. El proyecto exige una precisión extrema, e incluso con un aterrizaje exitoso, el momento más delicado aún está por venir.
Montada en la parte frontal del rover lunar TENACIOUS se encuentra la propia casa. Una vez que el módulo de aterrizaje aterrice, el rover se desplegará para explorar la superficie lunar en busca del sitio perfecto.
La parte más difícil comienza ahora. La casa lunar debe encontrar su lugar y luego realizar su propio alunizaje: una caída de tan solo ocho centímetros, impulsada únicamente por la gravedad. Contendremos la respiración hasta que nos lleguen las imágenes, afirma Emil Vinterhav, director técnico de La Casa Lunar.
Es una maniobra sumamente delicada, operada remotamente desde 400.000 kilómetros de distancia, explica Antoine Bocquier, piloto del rover e ingeniero sénior de sistemas espaciales en ispace. Guiaré el rover a un lugar estable y con un significado simbólico. Solo entonces, cuando la casa se alce sola en la Luna, la obra de arte conocida como “La Casa Lunar” estará completa.
“Esto es más que una obra de arte. Es un viaje de 26 años de perseverancia, colaboración y fe: una casita roja que se atreve a soñar. En la Luna. Para siempre”, ha dicho Hans Elis Johansson, director de comunicaciones y parte del proyecto desde el principio.