La Tierra está rodeada por una flota de naves espaciales que realizan tareas cruciales, como estudiar el cambio climático, proporcionar servicios globales de comunicación y navegación, y responder a preguntas científicas fundamentales. Sin embargo, las órbitas donde operan estas naves están cada vez más congestionadas por fragmentos peligrosos de satélites y cohetes en desuso, lo que pone en riesgo el futuro de las actividades espaciales.
En 2002, el Comité de Coordinación de Escombros Espaciales, del cual la Agencia Espacial Europea (ESA) es miembro, publicó las «Directrices de Mitigación de Escombros Espaciales». Estas recomendaciones voluntarias describen cómo diseñar, operar y desechar misiones espaciales para evitar la creación de nuevos desechos. Estas pautas fueron un avance significativo en la protección de nuestras órbitas y han servido como base para la legislación nacional y estándares técnicos durante las últimas dos décadas.
Desde 2016, la Oficina de Escombros Espaciales de la ESA publica un informe anual sobre el entorno espacial, que ofrece una visión transparente de las actividades espaciales globales y evalúa la eficacia de las medidas internacionales para reducir los desechos.
El informe de 2024 revela que el entorno orbital de la Tierra es un recurso finito. En 2023, se lanzaron más satélites que en cualquier otro año y las constelaciones de satélites comerciales en ciertas órbitas bajas de la Tierra siguen creciendo. Sin embargo, no todos los satélites abandonan estas órbitas congestionadas al final de su vida útil, lo que aumenta el riesgo de que se fragmenten en nubes peligrosas de desechos que pueden persistir durante años.
Para evitar colisiones, los satélites activos deben realizar cada vez más maniobras de evasión, debido al aumento del tráfico y la cantidad de escombros espaciales. Aunque la adopción de medidas de mitigación está mejorando, no es suficiente para detener el crecimiento de los desechos espaciales. Sin cambios adicionales, el comportamiento colectivo de las entidades espaciales, tanto privadas como gubernamentales, no será sostenible a largo plazo.
Tendencias preocupantes
El informe destaca que la cantidad de escombros espaciales sigue aumentando rápidamente. Actualmente, se rastrean unos 35.000 objetos en órbita, de los cuales 9.100 son satélites activos y el resto son fragmentos mayores de 10 centímetros. Sin embargo, se estima que hay más de un millón de objetos mayores de un centímetro lo suficientemente grandes como para causar daños catastróficos.
En 2023, el tráfico de lanzamientos volvió a alcanzar niveles récord, con la mayoría de los satélites formando parte de grandes constelaciones comerciales. Dentro de la órbita baja terrestre, la concentración de satélites entre los 500 y 600 kilómetros de altitud sigue aumentando, lo que incrementa la probabilidad de eventos que requieran maniobras de evasión.
En términos positivos, el número de objetos que reingresan a la atmósfera terrestre ha disminuido en 2023, en parte debido a una mayor adherencia a las directrices de mitigación de escombros. También se observa un aumento en los reingresos controlados de cuerpos de cohetes y satélites, en gran medida debido a los esfuerzos para cumplir con los estándares establecidos.
Perspectivas futuras
A pesar de los avances, la población de escombros espaciales continúa creciendo, lo que podría llevar a un aumento en las colisiones catastróficas en el futuro. Esto podría desencadenar el «síndrome de Kessler», un escenario en el que ciertas órbitas se vuelven intransitables debido a la colisión y fragmentación continua de desechos.
Con el interés creciente en la exploración lunar y más allá, es fundamental mantener las órbitas bajas seguras para los exploradores espaciales y evitar que el espacio cislunar – la región entre la Tierra y la Luna – se llene de escombros.
La ESA está liderando la implementación de prácticas más estrictas de mitigación de escombros, con la ambición de limitar significativamente la producción de desechos en las órbitas terrestres y lunares para 2030. Esto incluye el desarrollo de nuevas tecnologías y la implementación de misiones como ClearSpace-1, que busca eliminar desechos ya presentes en el espacio.
Además, la ESA está promoviendo el «Enfoque de Cero Desechos», una estrategia que implica actualizar los requisitos de mitigación y fomentar la colaboración global para mantener el espacio accesible y seguro para futuras generaciones.