El presidente de los EEUU, Donald Trump, llamó el pasado domingo a Dennis Muilenburg, CEO de Boeing, según informó The New York Times, para interesarse por la posible decisión del Consejo de Administración de la compañía -reunido ese día y el siguiente- de interrumpir la fabricación del 737 MAX, tal como adelantaban los medios informativos
Trump, según el citado periódico, le dijo al máximo ejecutivo de Boeing, que había oído que Boeing planeaba cerrar permanentemente la línea de producción del 737 MAX, pero Muilenburg aseguró al presidente que cualquier interrupción de la producción sería temporal y que no habría despidos como resultado de esa decisión.
Un día después, Boeing hacía pública su decisión de interrumpir temporalmente a partir del próximo mes de enero la producción del 737 MAX, que lleva inmovilizado nueve meses, tras el doble accidente que costó la vida de 346 personas.
En su llamada, que duró entre cinco y 10 minutos, Trump expresó su preocupación sobre la situación de la compañía en general y preguntó a Muilenburg si se encontraba bien. El presidente de EEUU también se interesó por las actuaciones para la solución del software que Boeing ha desarrollado para el 737 MAX y que fue hallado responsable de ambos accidentes. Muilenburg dijo que la compañía tenía preparada una solución, pero que los reguladores estadounidenses e internacionales aún tenían que probarla y aprobarla.
La decisión de cerrar temporalmente la fábrica de Max en Renton, Washington, ha causado estragos en la economía y la industria aeronáutica no sólo norteamericana sino de todo el mundo y subraya la profundidad de la crisis que el 737 MAX ha causado a una de las compañías más influyentes de EEUU.
Durante el domingo y el lunes pasados el Consejo de Administración de Boeing se reunió en Chicago y con los ejecutivos de la compañía, sopesaron reducir aún más la producción del 737 MAX o cerrar temporalmente la fábrica. La compañía decidió suspender la producción del avión, un movimiento drástico que indica la incertidumbre sobre el levantamiento de la paralización mundial del avión.
Muilenburg ha estado bajo una intensa presión durante el último año por parte de legisladores, miembros del Consejo de Boeing y las familias de las víctimas del accidente. En octubre, el Consejo apartó a Muilenburg de la presidencia de la compañía, pero le permitió continuar como consejero delegado. Se enfrentó a agresivos interrogatorios de los legisladores en el Congreso de los EEUU, donde los familiares de las víctimas también pidieron que renunciara.
La llamada del domingo no fue su primera conversación con el presidente. Antes de que el 737 MAX fuera inmovilizado, Muilenburg y Trump negociaron sobre el contrato de Boeing para construir aviones Air Force One en el resort Mar-a-Lago del presidente en Florida. Trump visitó con Muilenburg la fábrica del 787 Dreamliner en North Charleston.
El pasado mes de abril, un mes después de decretarse la paralización del B737 MAX, Trump aconsejó en su cuenta de Twitter al constructor aeronáutico norteamericano: «Si yo fuera Boeing, añadiría algunas características al avión y cambiaría su nombre. Ningún producto ha sufrido tanto como éste. Pero, ¿qué demonios sé yo de marcas?”