“¡Cómo está el patio!”, dice escueta y enigmáticamente uno de los múltiples correos electrónicos que hemos recibido en nuestra Redacción durante las vacaciones del pasado agosto y semanas siguientes del presente mes de septiembre, procedentes muchos de ellos de ingenieros aeronáuticos que descargan su rabia y la bilis que les ha provocado el informe de revisión de la contabilidad de su Colegio en los últimos años.
Uno de ellos, muy significativo e importante por el alto cargo que ocupa su emisor en el sector, escribe ese sucinto mensaje, esas cuatro misteriosas palabras que esconden todo un poema, un drama o una tragedia. Se refiere, imaginamos, al “patio” de su colegio profesional. No sabemos si también por extensión, al corral político y, en general, al “ruedo ibérico” en el que discurre y se desarrolla la vida nacional.
Cuenta el fallecido presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo en su libro “Memoria histórica de la transición” que siendo miembro del Gabinete de Adolfo Suárez un día de junio de 1978 llegó con retraso al Consejo de Ministros y, al incorporarse a la reunión, preguntó a su compañero de asiento, Pío Cabanillas, en una nota manuscrita: “Dime, ¿cómo está el patio?” La lacónica respuesta, también escrita, del colega interpelado fue: “no hay patio”.
“El patio de mi casa es particular; cuando llueve se moja como los demás”, decía aquella cancioncilla infantil que cantaban los niños formando corro todos de la mano en torno a otro elegido que se hacía pasar por ciego y cojito. “Chocolate, molinillo, corre, corre que te pillo”, cantaban en su derredor mientras giraban en círculo sin soltarse de la manos durante el recreo. “¡A estirar, a estirar! que el demonio va a pasar”. Parecía premonitoria aquella melodía ingenua de patio de colegio.
No sabemos si ahora el Colegio de Ingenieros Aeronáuticos tiene patio y si se moja cuando llueve. Lo que sí conocemos es que es tiempo de borrascas y tormentas y las aguas bajan revueltas. Y turbias, según lo que nos dicen los correos de nuestros corresponsales que hacen corro acusador en torno a los presuntos responsables de una gestión contable, al parecer, nada transparente y fiable, enarbolando los folios de un informe de auditoría. Algunos están ya con el agua al cuello. “Chocolate, molinillo, corre, corre que te pillo”.
Lo cierto es que parece que las cuentas no cuadran. Que la Asociación por vez primera en mucho tiempo ha dado un balance deficitario. Y no es precisamente de unos bolsos y toallas de Loewe -como ahora hace cuatro años- de lo que hablan nuestros confidentes epistolares. Se trata, según dicen, de piezas de caza mayor. No es el “chocolate del loro”, expresión ésta que algunos sitúan originariamente en América y hace referencia al protocolo más generalizado que allí se usaba en el siglo XVII para agasajar a los invitados ofreciéndoles una jícara de soconusco o chocolate con pan. Los indianos regresados a España trajeron esa costumbre y también un loro como mascota en recuerdo de su vida americana. Al animal solían ponerle en la jaula un poco de chocolate de baja calidad para su consumo. Pero cuando alguna familia adinerada venía a menos, trataba de ocultar su declive económico guardando las apariencias; es decir, seguían ofreciendo chocolate a los invitados, pero suprimían la ración del loro, lo que suponía un ahorro mínimo que no paliaba la situación.
“Chocolate, molinillo”… Ahora, muchos aeronáuticos colegiados exigen las cuentas claras y el chocolate -del loro- espeso. “¡Cómo está el patio!”, que dice nuestro comunicante. Por lo que se ve, parece que ya no hay chocolate ni loro ni molinillo y, como dijera el difunto político gallego, ya ni siquiera queda ese recinto abierto, después de haberlo convertido en “patio de Monipodio”, según expresión de alguno de nuestros confidentes. Y ahora están, falsa e ingenuamente ciegos y cojitos, a ver si pillan a los responsables. Mientras muchos exigen explicaciones, otros no saben cómo parar el vertiginoso carrusel del infernal tiovivo, el desbocado juego del corro colegial. Algunos ya están acudiendo a los Tribunales y otras instancias para que se investigue y averigüe qué es lo que ha pasado. Cancioncillas de patio de colegio: “¡A estirar, a estirar! que el demonio va a pasar”. O quizá ya haya pasado. Menudo anda el patio.