Washington.- Los fallos detectados en el caza norteamericano de quinta generación F-35 están retrasando las nuevas entregas a las Fuerzas Armadas, según ha transcendido un informe confidencial del Pentágono.
Mientras tanto, los primeros F-35 ya fueron recibidos por la Fuerza Aérea y el Cuerpo de Infantería de Marina, que pronto empezarán el entrenamiento de sus pilotos.
El informe confidencial, redactado por Michael Gilmore, director de Pruebas y Evaluaciones Operacionales del Pentágono, ha sido obtenido por la organización Project On Government Oversight (POGO), que lo publicó en su página web.
El informe destaca ante todo “el alto nivel de concurrencia en el programa” del F-35, “que ha creado varios desafíos”. El término «concurrencia» hace referencia a la cantidad de aviones ya comprados y entregados a pilotos de la Fuerza Aérea antes de que finalicen las pruebas del nuevo y todavía inmaduro avión.
Según Gilmore, esta “concurrencia” afectará en el futuro al coste general del programa, ya que los prototipos de F-35 no han superado todas las pruebas previstas, que podrán revelar otros fallos de diseño. Para eliminar estos errores de diseño hará falta rediseñar algunos errores estructurales del avión y modificar los aparatos ya fabricados.
En primer término habrá que rediseñar los tanques de combustible, lo que acarreará gastos considerables. Durante las pruebas se ha demostrado que los tanques de combustible no están suficientemente bien protegidos, ya que “el sistema de presurización de depósitos con gases inertes es incapaz de garantizar la protección contra explosiones peligrosas” en situaciones críticas durante misiones de combate.
El diseño de la aleta caudal es otro desperfecto que comparten las tres versiones del avión: el F-35A CTOL (despegue y aterrizaje convencionales), el F-35B STOVL (de despegue corto y aterrizaje vertical que ha sido diseñado para el Cuerpo de la Marina) y el F-35C CV (caza embarcado). Durante las pruebas se descubrió que la parte trasera de la aleta contacta con el chorro y se recalienta. Esta triste peculiaridad quedó al descubierto en las pruebas de vuelo en régimen de postcombustión. Como consecuencia de este fallo las aletas caudales se destruían o perdían su recubrimiento. Con mayor frecuencia este desperfecto los presentan las versiones F-35A y F-35B.
Además, durante las pruebas la carga en las aletas caudales superó la prevista, lo que afecta tanto a dichas aletas como a los timones de dirección.
Entre otros defectos Gilmore señaló fallos de funcionamiento en las pantallas de cabina del piloto y en los sistemas de visión nocturna, mala maniobrabilidad a grandes velocidades y altos índices G, así como el escaso rango de acción.
Estos defectos fueron enumerados en el apartado de “características clave”, es decir aquellas que demuestran el valor combativo de la aeronave. Por ejemplo, el mal funcionamiento de los sistemas de visores nocturnos no permitirá al F-35 atacar objetivos terrestres por la noche.
El informe abarca además varios problemas del F-35, el más grave de estos de los cuales consiste en la imposibilidad del F-35C (modelo embarcado), de aterrizar en portaaviones.
El proyecto arrancó en 1996 bajo la denominación oficial Joint Strike Fighter, pero en realidad los trabajos de creación del nuevo caza despegaron en 2001, cuando el ministerio de Defensa cerró un contrato con el consorcio Lockheed Martin.
Inicialmente el F-35 fue presentado como una alternativa más barata y de producción más sencilla que el caza multifuncional F-22 Raptor. El nuevo caza deberá sustituir completamente a los F-16 Fighting Falcon, A-10 Thunderbolt II, F/A-18 Hornet (pero no al Super Hornet) y al AV-8B Harrier II. Pero al pasar un tiempo el Pentágono dejó de hablar de lo económico del nuevo modelo.