Tel Aviv.- El aeropuerto internacional Ben Gurión, de Tel Aviv, considerado uno de los más seguros frente al terrorismo a nivel mundial, ha quedado en evidencia por un periodista israelí, contratado como limpiador de aviones, que logró colocar nueve falsas bombas en otras tantas aeronaves, según revela el propio periodista, David Suleiman, al diario ruso RT.
En octubre del año pasado estalló sobre la península de Sinaí un A321 ruso cuando se dirigía de Egipto a la ciudad de San Petersburgo con 217 pasajeros a bordo. Tras aquel atentado, el Estado Islámico publicó en una de sus cuentas en las redes sociales la foto de una lata de refresco, afirmando que así fue el dispositivo explosivo que derribó el avión.
Según el periodista Suleiman, la entrevista de trabajo en el aeropuerto para su ‘contratación’ duró tan solo un par de minutos. Firmó algunos papeles y no tuvo que responder a ninguna pregunta, recuerda. El servicio de seguridad del aeropuerto tardó en verificar su identidad un mes, después de lo cual el periodista recibió la mayor autorización de seguridad para trabajar en el aeropuerto.
El periodista fue contratado por el servicio de limpieza del aeropuerto, al que presentó la tarjeta de identificación de un amigo suyo y se hizo pasar por él, pese a que no se parece. Fue entonces cuando empezó a meterse en aviones y dejando dentro sus 'bombas', que escondía en sus pantalones.
En su primer día de trabajo incluso tuvo acceso a una pistola cargada que pertenecía a un pasajero y que el periodista y falso empleado de limpieza tuvo que entregar a una azafata.
Además, pese a que solo tenía permiso para limpiar aviones, logró acceder sin problemas a otras partes del aeropuerto donde se supone que no debía estar, ya que nadie intentó chequear su pase, explica. Así fue como pudo dejar una lata de refresco con una falsa bomba en el frigorífico dentro de la oficina de operaciones de la principal aerolínea israelí, El Al.
El servicio de seguridad tardó dos días en descubrirlo y el aeropuerto lo denunció ante la policía por hacerse pasar por un empleado público.