“La maldad es contagiosa”, escribió una vez Antonio Martín-Carrillo, destituido decano que fue del Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de España. Si lo sabrá él. La maldad provoca una onda expansiva social y colectivamente destructora y nociva. Es una bomba de destrucción masiva. Se propaga por la sociedad, provoca epidemias. Es el cáncer, la carcoma, el mal moral, la plaga, la peste. Los malos, generalmente, actúan en banda; no atacan en solitario, sino en manada, como los lobos.
«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”, prevenía Jesucristo a sus seguidores. Y añadía: “Por sus frutos los conoceréis. Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis”. (Mt, 7, 10 y ss.)
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos consagró hace casi un siglo la doctrina procesal de los frutos del árbol envenenado que a partir de 1984 fue asumida en el panorama judicial español como teoría de la “prueba ilícita“, introducida por una famosa sentencia de nuestro Tribunal Constitucional. Viene a decir dicha doctrina que el veneno de la raíz contamina hasta la última hoja y que, por tanto, la prueba obtenida por medios ilícitos es ilícita en sí misma y no puede tener validez en el proceso.
En un juicio en el que fue condenado el COIAE por culpa de Martín-Carrillo, su defensa invocó esa doctrina no se sabe si para desnaturalizar el valor de los hechos y pruebas acumulados en su contra o para cegar a algunos e impedir la correcta visión de la realidad, es decir, el glaucoma. Pero más que pruebas lo que sobraban eran evidencias. Y ante la impotencia se recurrió al insulto. A la parte demandante, a la que la Justicia dio la razón, se la llamó “cáncer” del Colegio; y a los testigos, todos ellos respetables profesionales miembros de la Junta Directiva del COIAE, a los que Martín-Carrillo coaccionó y amenazó pocos días antes con un atrabiliario expediente disciplinario previo a la expulsión del COIAE, se les vino a reducir a la categoría de “árbol envenenado”. Y todo ello porque al ingente capital de evidencias aportadas, se habían atrevido a sumarse como testigos de cargo contribuyendo con su prueba testifical a evidenciar en la Sala la realidad incontestable de los hechos juzgados y la “caótica situación” de la dirección del Colegio, según la calificó la Audiencia Provincial de Madrid.
De nada sirvieron los insultos, las mentiras, las coacciones. La Justicia condenó al COIAE, por culpa únicamente de Martín Carrillo, por incumplir unos contratos, es decir, por vulnerar la Ley. Y no fue esa la primera y única condena. La Agencia Española de Protección de Datos impuso también multas a Martín-Carrillo y a su lugarteniente Pedro Pablo Cubells -que pagó el COIAE- por violar la Legislación vigente. Otras muchas querellas, demandas y expedientes administrativos penden aún sobre el COIAE. Esto ya no es un cáncer; es una metástasis. Y es que el árbol no es que esté envenenado, es que está podrido desde su raíz. Los actos y actuaciones son hijos, frutos y efectos de la actitud. Y las actitudes son las posturas del ánimo, el ADN del alma. Ahí están los resultados de una auditoría reciente sobre la contabilidad del Colegio en los dos últimos años.
En el Tribunal Superior de Justicia de Madrid espera aún su resolución el recurso presentado por Martín-Carrillo contra su cese, que es la prueba más contundente de que fue cesado, dada la eficacia de los actos administrativos, según la Ley. En La Audiencia Provincial de Madrid se tramita el recurso de apelación por la querella interpuesta contra el cesado decano por la mayoría de sus compañeros de Junta Directiva, entre otros presuntos delitos, por estafa y usurpación de funciones, además del asalto a la sede colegial y un largo etcétera. Ahora cobran mayor vitalidad todas esas querellas con la ampliación ya anunciada de las mismas en base a las recientes revelaciones conocidas a través de la mencionada auditoría contable.
Y así un sin fin de veces ha tenido que atravesar el COIAE durante estos últimos cuatro años el via-crucis del banquillo judicial arrastrando ostensiblemente “la caótica situación en la que parecen encontrarse los órganos rectores del COIAE”, según calificó la Audiencia Provincial madrileña. Esto ya no es veneno ni cáncer, sino metástasis que se propaga allá por donde va y lleva el mal -“la caótica situación”- a todo el organismo corporativo. Es la soga junto al árbol envenenado del ahorcado. Un innumerable catálogo de argumentos para quienes, como la Comisión Nacional de la Competencia, quieren acabar con los Colegios Profesionales.
- El árbol malo sólo da frutos malos y es cortado y arrojado al fuego, como dice la parábola evangélica. Los hechos, los frutos cancerosos están ahí, han sido perfectamente analizados, diagnosticados, juzgados y condenados. Pero el agricultor, como el cirujano o el filósofo, no se para en los fenómenos, en el diagnóstico, en la apariencia, sino que busca y ataca sus causas, el “noumenon”, lo que subyace, la esencia, es decir, el árbol envenenado, absolutamente corrompido, del que brotan los frutos malos y cancerosos para extirparlo y erradicarlo. ¿Quién paga ahora los platos rotos por la actitud de los culpables?
“A veces es necesario y forzoso / que un hombre muera por un pueblo, / pero nunca ha de morir todo un pueblo / por un hombre solo: / recuerda siempre esto, Sepharad”, cantó Salvador Espriu en su inolvidable poema “La pell de brau”. Sí, recuerda siempre eso, COIAE, antes de que sea tarde y el árbol envenenado propague sus frutos cancerosos y cancerígenos por todo el cuerpo social. Existe un grave riesgo de epidemia. Hay que evitar la peste, la carcoma, el mal moral, la metástasis. “La maldad es contagiosa y espanta cualquier gesto de amor”, escribió una vez Martín-Carrillo. ¡Si lo sabrá él!