Darmstadt.- La nave espacial Rosetta, que lleva vigilando la actividad del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko durante más de un año, está observando cómo crece su halo de polvo y gas a medida que el cometa se acerca al Sol siguiendo su órbita.
Algunos de los chorros de polvo que emergen del cometa de Rosetta pueden asociarse apozos activos que se formaron probablemente por un repentino colapso de la superficie. Estos agujeros permiten vislumbrar el caótico y diverso interior del cometa.
Rosetta lleva vigilando la actividad del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko durante más de un año, observando cómo crece su halo de polvo y gas a medida que el cometa se acerca al Sol siguiendo su órbita.
Desde una distancia de unos pocos cientos de kilómetros, Rosetta observa un intrincado patrón de chorros de polvo emitidos por el núcleo, que se dispersan en el espacio. Pero ahora, gracias a las imágenes en alta resolución de la cámara OSIRIS obtenidas el pasado año, a solo entre 10 y 30 kilómetros del centro del cometa, al menos algunos de estos chorros de polvo se pueden asociar a puntos específicos de la superficie. Es la primera vez que se consigue.
La investigación, en la que participan investigadores del CSIC en el Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA) y en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), se publica en la revista Nature. En el estudio han sido identificados 18 agujeros casi circulares en el hemisferio norte del cometa, y en algunos se observa una actividad continua. El diámetro de estos pozos oscila entre pocas decenas y pocos cientos de metros; su fondo es un suelo suave, cubierto de polvo, a una profundidad de hasta 210 metros bajo la superficie. De los pozos más activos se ve cómo sale material a chorros.
“Vemos chorros saliendo de las grietas de la paredes de los agujeros. Estas fracturas significan que los componentes volátiles atrapados bajo la superficie se calientan más fácilmente, y salen al espacio”, dice Jean-Baptiste Vincent, del Max Planck Institute for Solar System Research, autor principal del estudio.
Los científicos que analizan las imágenes creen que los pozos se forman cuando el techo de una cavidad bajo la superficie se vuelve demasiado fino para soportar su propio peso, y colapsa. Esto hace que quede expuesto el interior agrietado del cometa, y permite que se sublime material que de otra manera permanecería oculto -lo que a su vez sigue erosionando el interior del pozo-.
“Aunque creemos que el colapso que da lugar a los pozos es repentino, la cavidad original en la porosa superficie del cometa podría llevar creciendo mucho más tiempo”, afirma el co-autor Sebastien Besse, del centro tecnológico de la ESA, ESTEC, en Holanda.
Los autores sugieren tres posibles procesos de formación para los agujeros:
– Una idea es que han existido desde la propia formación del cometa, como resultado de choques a muy baja velocidad entre bloques primordiales de material de decenas a cientos de metros de tamaño. El colapso del techo de estos huecos podría ser provocado por el debilitamiento de la superficie, quizá por sublimación o sacudidas sísmicas, o por impactos de cantos procedentes de otras regiones del cometa.
– Otra posibilidad es la sublimación directa de compuestos volátiles bajo la superficie, como el dióxido de carbono y el monóxido de carbono, calentados por la cálida luz del Sol que penetra la capa superior de polvo, aislante.
– Alternativamente, la sublimación podría estar impulsada por la energía liberada por hielo de agua que cambia su estado físico, de amorfo a cristalino, y después sublima el hielo circundante, más volátil, de dióxido de carbono y monóxido de carbono.