Es muy frecuente leer, escuchar, hablar sobre sostenibilidad ambiental, reducción de emisiones, mejora de eficiencia, investigación en nuevos combustibles… la mayoría de las veces en relación con el sector industrial, o el automovilístico si nos referimos a la movilidad, pero para el común de los mortales son mucho menos conocidas las investigaciones y mejoras que en pro de la mejora del medio ambiente se están realizando en el sector aeronáutico a través del desarrollo tecnológico.
Sin embargo, la realidad es que hay mucha preocupación por reducir el impacto medioambiental de la aviación, tanto en los fabricantes de aeronaves como en las administraciones públicas y en los operadores. Un impacto que se cifra en el 2% de las emisiones de CO2 mundiales y que supone en torno al 14% de las emisiones de todos los medios de transporte a nivel internacional. Porcentaje que, aunque parezca poco, no lo es, pues se sabe que actualmente las aeronaves tienen los sistemas más ineficientes desde el punto de vista del gasto energético.
La parte positiva es que se conoce perfectamente el impacto de éstas y cuáles son sus principales contaminantes (fundamentalmente, CO2, óxidos nitrosos, sulfuros, ruido y estelas, que está demostrado que incrementan el efecto invernadero), por lo que está claro cuál debe ser el enfoque de las investigaciones para reducirlo o eliminarlo.
Además, en estos momentos, esa preocupación de la que hablaba antes, que comparten administraciones, fabricantes, operadores y la gran mayoría de la sociedad, entre otros, se ha traducido en varias decisiones tanto a nivel nacional como internacional que van a hacer factible la reducción de emisiones contaminantes en el sector aeronáutico.
Me refiero a la dotación por parte de la Comisión Europea de fondos contantes y sonantes a los países para mejorar la sostenibilidad ambiental. A ellos se unen iniciativas a nivel nacional, como el reciente Plan Tecnológico Aeronáutico (PTA), la Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación (EECTI) o, en breve y si todo sigue su curso, los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), el instrumento mediante el cual el Gobierno va a gestionar parte de esos fondos europeos para la recuperación.
Es decir, tenemos o vamos a disponer del apoyo y de la infraestructura para avanzar hacia la sostenibilidad ambiental en el sector aeronáutico. Pero, ¿cómo conseguir reducir de aquí al 2050, como se ha propuesto la Comisión Europea, el 75% de las emisiones de CO2, el 90% de las de óxidos nitrosos y el 65% del ruido?
El desafío es arduo… pero no imposible. Para afrontarlo contamos con la tecnología. Eso sí, tendremos que potenciarla, pues la que tenemos y utilizamos en el presente está ya casi en los límites de su capacidad. Por ello, los grandes actores de la industria aeronáutica están apostando por la investigación en nuevos combustibles. Unos por aquellos que requieren los menores cambios posibles en las aeronaves y las infraestructuras aeroportuarias, como son los biocombustibles, y otros por el hidrógeno verde, aquel que es producido mediante el uso de fuentes de energía renovable y que defiende también la Unión Europea, pero que requiere mayores modificaciones tanto en los aviones como en los aeropuertos.
Se avecina, por tanto, en los próximos años, una competición técnica entre ambas filosofías para demostrar las ventajas de sus capacidades de cara a la reducción de emisiones nocivas, unida a un desarrollo tecnológico de sistemas mucho más eléctricos y eficientes.
La industria cuenta, para ambas opciones, con la cooperación de quienes nos dedicamos a la I+D, que estamos trabajando tanto en el aumento de la eficiencia de los sistemas que ya se conocen (sistemas de gestión de calor, baterías, motores eléctricos o motores térmicos) como en diseñar de forma innovadora las futuras aeronaves, que serán eléctricas o híbridas, y en la investigación de esos nuevos combustibles.
Con estos ingredientes, podremos desarrollar la tecnología del futuro que nos permitirá cumplir los objetivos medioambientales planteados por los organismos internacionales y deseados y beneficiosos para la sociedad, clave de bóveda de todas las actuaciones en este sentido.
Podemos decir, por tanto, que el sector aeronáutico, al igual que los otros citados al inicio de este artículo, está plenamente comprometido y alineado con la mejora de la eficiencia de las aeronaves y que la I+D ayudará a que sean mejoras más imaginativas, independientemente de que sean eléctricas o híbridas, y aprovechen al máximo las nuevas tecnologías.
No sabemos si ganará el biocombustible o el hidrógeno, tan apoyado por Europa, pero, independientemente de ello, creo que habrá nicho para todos y que debemos acostumbrarnos a tener una diversidad de soluciones. Porque lo importante no es el instrumento en sí, sino, a través de la tecnología, alcanzar el objetivo de eliminar al máximo el impacto medioambiental de la aeronáutica y hacerlo de forma que se pueda mejorar la experiencia de los pasajeros y beneficiar a la sociedad.
Conclusión: La sostenibilidad en aeronáutica significará desarrollo y diversidad tecnológica.
He de felicitaros por este Excelente artículo.
Urge tomar medidas cuanto antes para asegurar la sostenibilidad de generaciones futuras y hay que empezar a trabajar cuanto antes.
Muchos estudios científicos apuntan que vivimos en los años límites para los que cambiar el devenir del planeta con I+D+I y en España no podemos perder el tren.
O lo hacemos ahora o estaremos perdiendo una gran oportunidad.
Es cierto . Nuestro desarrollo evolutivo industrial y tecnológico discurre obligatoriamente por este camino . Es indispensable y vital abordarlos con esta filosofía . No hay otra . Cuánto antes consigamos transformarnos , antes conseguirémos alcanzar un digno estátus de eficacia y eficiencia equilibrada y sostenible .