New York.- La seguridad en los aeropuertos de Estados Unidos tiene problemas, asegura en el diario “The Wall Street Journal” Kip Hawley, que fue durante tres años y medio administrador de la Agencia norteamericana de Seguridad del Transporte (TSA).
Dicha Agencia es la que obliga a quitarse los zapatos antes de pasar por el detector de metales, la que impide pasar líquidos y cuyos empleados son blanco de quejas de pasajeros que se sienten agredidos por tanta requisa.
“Más de una década después de los atentados terroristas del 11-S, es una vergüenza que el sistema de seguridad de los aeropuertos estadounidenses siga siendo endémicamente burocrático y esté tan desconectado de la gente a la que tiene que proteger. La prevención de ataques terroristas en los viajes aéreos exige flexibilidad y la evaluación constante de amenazas. También requiere de un fuerte apoyo de la población, algo que el actual sistema no ha logrado conseguir”, señala Hawley.
Según el autor, el meollo del asunto, que aprendí cuando ocupé mi cargo, es el enfoque equivocado hacia el riesgo. En el intento por eliminar todos los riesgos en los vuelos, hemos hecho de los viajes en avión una pesadilla sin fin, creando al tiempo un sistema de seguridad que es precario cuando debe ser ágil. Cualquier esfuerzo para reestructurar la TSA y la seguridad en los aeropuertos estadounidenses tiene que empezar con dos principios básicos:
-Primero, la misión de la agencia de seguridad aérea es prevenir cualquier ataque catastrófico en el sistema de transporte, no garantizar que cada uno de los pasajeros llegue ileso de cada viaje. Buena parte de la fricción hoy es el resultado de reglas que son una respuesta directa a los ataques del 11 de septiembre. Pero sencillamente ya no es factible que al asesinato de algunas personas a bordo de un avión termine en el secuestro de la nave completa. Nunca más podrá un terrorista ingresar a la cabina de mando con un simple cortador de papel o cuchillo. Las puertas de las cabinas de mando han sido reforzadas y pasajeros, tripulación y miembros del servicio de vigilancia aéreo intervendrán para evitarlo.
-Segundo, el trabajo de la TSA es manejar los riesgos, no aplicar regulaciones. Los terroristas se adaptan, y nosotros necesitamos adaptarnos también. Las regulaciones siempre están corriendo para no quedarse atrás, porque los terroristas diseñan sus planes alrededor de los vacíos que detectan.
Cada medida del sistema de seguridad tiene una razón de ser. Exigirles a los viajeros que se quiten los zapatos y prohibirles que lleven líquidos, encendedores y objetos cortantes o punzantes ofrecen un grado de seguridad. Pero tomadas en conjunto, todas son el reflejo de una agencia que, aunque efectiva para frenar amenazas anticipadas, es demasiado reactiva y siempre termina peleando la última guerra.
La seguridad en los aeropuertos tiene que cambiar. La relación entre el público y los agentes en los puntos de control se ha vuelto demasiado venenosa. Y la forma en la que usamos a los funcionarios de la TSA es un desperdicio tremendo de los cerebros bien entrenados que podrían estar evaluando el riesgo en lugar de buscar las violaciones a unas reglas de procedimiento.
Hawley brinda cinco sugerencias para mejorar el sistema:
1.-La prohibición de ciertos artículos da a los terroristas una lista completa de lo que no deben usar en el siguiente ataque.
2. -Se deben permitir los líquidos: una pequeña actualización en el software y cierto grado de gestión de tráfico es todo lo que se interpone entre los pasajeros con sus botellas y sus vuelos en territorio estadounidense.
3. Se debe dar flexibilidad y recompensar a los agentes de seguridad por iniciativas y se les debe pedir cuentas cuando algo sale mal. Los agentes deberían tener más discreción para interactuar con los pasajeros y para trabajar con equipos menos rígidos a lo largo del aeropuerto.
4. Eliminar el cobro por llevar maletas en la bodega del avión: buena parte de la congestión en los puntos de control puede atribuirse al afán de los pasajeros de rellenar su equipaje de mano para evitar el pago de facturar una maleta. Las aerolíneas tienen sus razones para cobrar estos suplementos, pero la decisión ha sido una pesadilla en los puntos de seguridad.
5. Seguridad aleatoria: Con protocolos rígidos, los terroristas saben qué tipo de medidas les esperan en un aeropuerto, así que tienen mayor oportunidad de eludir el sistema.
«En Richmond, Virginia, probamos un sistema que implementó al azar los procedimientos de seguridad (cacheos del torso, revisión de las maletas, muestra de material orgánico en el equipaje de mano, etc.) sin someter a nadie a todo el conjunto de inspección. En otros aeropuertos probamos un sistema llamado Playbook, que suministra a los aeropuertos enciclopedias virtuales de todas las acciones de seguridad posibles y les permite escoger y ajustar a sus necesidades las medidas antiterroristas. La implementación de este enfoque le daría al sistema como un todo un valor mayor que la suma de sus partes, dificultando que los terroristas aprendan la forma de evadir los protocolos de seguridad», concluye Hawley.