Ahora que la ministra de Fomento y el nuevo/viejo equipo de Aena están empeñados en “poner en valor” la entidad pública, tienen una oportunidad de oro para convertir los aeropuertos -no sólo los peatonales o fuera de uso y descatalogados, pero sobre todo éstos- en auténticos parques de atracciones, pabellones temáticos, palacios de convenciones o espacios multiusos.
Les brindamos esta iniciativa promocional de los aeropuertos en estos momentos de crisis. No todo va a ser recortes, caramba. La original idea, fuente generadora de recursos como cualquier otra, la apuntaba esta semana Daniel Michaels en The Wall Street Journal. Según el periódico financiero neoyorquino, al parecer, los aeropuertos europeos están haciendo furor a la hora de organizar fiestas de cumpleaños u otras celebraciones infantiles, pero la moda puede extenderse a bodas, despedidas de solteros, bautizos y demás conmemoraciones que se tercien.
La ocurrencia no se refiere precisamente a infraestructuras españolas. No se trata de los aeropuertos de Castellón, Ciudad Real, Huesca, León etc. El periodista hablaba nada menos que de aeropuertos con mucho mayor movimiento de pasajeros y operaciones de aeronaves, tales como el suizo de Zurich, el alemán de Munich, o los suecos de Estocolmo y Karlstad. Otros, como el de Francfort están ofreciendo visitas guiadas desde una hora, por algo más de 8 euros, hasta tres horas, por casi 23 euros.
En la fiesta del décimo cumpleaños de la niña Learta Sinani -cuenta Michaels-, sus amigos comieron pastel, jugaron y hasta pasaron por un control de seguridad. Todo este despliegue tuvo lugar en uno de los puntos que más turistas atrae en Suiza, el aeropuerto de Zurich. Al principio, Sinani no estaba muy conforme con celebrar su cumpleaños en el aeropuerto cuando su madre se lo propuso, pero a la postre, la fiesta le pareció emocionante, dijo, mientras algunos amigos jugaban en una minitorre de control.
El aeropuerto de Zurich no es el único en Europa que permite a quienes no van a volar pasearse por sus terminales y divertirse en las pistas. Munich y Estocolmo, entre otros, se han sumado a la tendencia de promoverse como espacios de celebración de eventos. La demanda es tal que el aeropuerto de Zurich ya tiene reservados hasta 2013 los tres espacios para celebraciones de cumpleaños infantiles que tiene a la semana.
La iniciativa europea demuestra que a pesar de la inconveniencia de volar, el público sigue fascinado con el mundo de la aviación. Las fiestas de cumpleaños permiten a los aeropuertos atraer seguidores jóvenes y, de paso, los adultos que los llevan. Algunos terminales aéreos ya tienen zonas de juegos así que abrirlas para fiestas durante las temporadas bajas de viajes parecía algo lógico, cuenta el periodista.
En el aeropuerto de Munich, los niños pueden pintar, jugar en una piscina de pelotas de plástico o construir algo con bloques gigantes. Para las fiestas de cumpleaños, el paquete cuesta 10 euros por niño y el precio incluye las invitaciones en forma de tarjeta de embarque que los invitados presentan cuando llegan.
Aunque la logística de seguridad puede algunas veces complicar el ingreso de los invitados, que tienen que pasar también por detectores de metales, los aeropuertos permiten el ingreso de líquidos a tours y fiestas.
En el pequeño aeropuerto de Karlstad, en Suecia, los niños pueden subir a los carros de bomberos y el homenajeado por la celebración del cumpleaños puede disparar la manguera de agua. A menudo, los niños tienen la oportunidad de subir a aviones en espera y conocer la cabina de mando. El broche de oro de la fiesta es cuando el anfitrión homenajeado pasa los regalos recibidos por los rayos X y averigua qué hay en su interior.
La celebración de Sinani, la niña de Zurich, incluyó la observación cercana de despegue de aviones y un pastel en un área de juegos. Su madre asegura que fue mucho mejor que el año pasado, cuando celebraron el cumpleaños en un McDonald’s.