Lo había anunciado no hace mucho en estas mismas páginas el responsable del PP en la Comisión de Fomento, Andrés Ayala: “Le daremos la vuelta como si fuera un calcetín a este modelo incipiente del PSOE”. Son tiempos de revisión y reversión; de freno y marcha atrás, que dijera Jardiel Poncela en aquella comedia suya titulada inicialmente “morirse es un error”.
Fue entregar la cartera ministerial y desaparecer del Ministerio su anterior inquilino y empezar la demolición de su por él denominada “modernización del sistema aeroportuario español” y las ansias de algunos gobiernos autonómicos de ganar peso y presencia en los aeropuertos regionales. Y es que cesar, como morirse, es un error imperdonable, aunque sea involuntario.
La privatización de Aena fue la “sinfonía inacabada” del Gobierno anterior, el malogrado plan de José Blanco de vender el 49% del gestor aeroportuario número uno del mundo y dar entrada con el 90,05% a la iniciativa privada en la gestión de los aeropuertos de Barajas y El Prat, las joyas de la corona de la entidad estatal.
El nuevo modelo del ex ministro se quedó prematuramente viejo aún en fase de nasciturus y fue abortado precipitadamente. “Vamos a seguir adelante con el proceso y no vamos a consentir que se cuestione un proceso transparente, reglado, abierto y con un calendario preestablecido. No vamos a consentir que se cuestione este proceso y no vamos a admitir ningún tipo de lección de aquellos que, cuando tuvieron responsabilidades de Gobierno, hicieron las privatizaciones como las hicieron…”, proclamaba solemnemente a los cuatro vientos el ministro de Fomento desde la tribuna de portavoz del Gobierno pocas semanas antes de dejar el cargo.
Pero llegó la nueva ministra y “mandó a parar”. Es verdad que cada maestrillo tiene su librillo y cada ministro de Fomento llega con su plan bajo el brazo. Ana Pastor ha venido a dar la vuelta al calcetín, a revocar el modelo de su predecesor, “a poner en valor a Aena a través de un plan estratégico y de negocio y a revisar su actual modelo de gestión”, ha dicho. No sólo paralizó el concurso por el 90.05% de las sociedades concesionarias de Barcelona y El Prat, es que ha frenado en seco el último plan aeronáutico de los muchos diseñados en los últimos años por el PSOE y va a pergeñar otro nuevo. “El Ministerio de Fomento comenzará a diseñar este viernes un nuevo modelo aeroportuario», dijo la ministra al día siguiente de nombrar al nuevo presidente de Aena.
Vale. Pero cualquiera pensaría que se llegaba al Gobierno con los deberes hechos de casa, es decir, con el modelo aeronáutico ya pensado y decidido, porque el PP había tenido tiempo suficiente para delinearlo antes y no tener que improvisarlo una vez en el Ministerio. La anulación del concurso en marcha era una muerte anunciada; la revocación del diseño anterior se veía venir. La necesaria puesta en valor de Aena estaba cantada. Todo lo hecho y anunciado era de libro, se daba ya por descontado.
Pero hasta ahora no sabemos qué es lo que piensan hacer y cómo, en qué plazo y con qué mimbres: cuál va a ser su modelo de gestión, qué va a pasar con esas docenas de aeropuertos sin aviones ni pasajeros que sobreviven gracias a las generosas subvenciones que se conceden a ciertas compañías -el caso reciente del cierre de Spanair es un claro mal ejemplo de lo que está pasado con los pródigos presupuestos de comunidades autónomas que, sin embargo, no tienen ni para atenciones sociales-, qué se va a hacer con los servicios de torres de control -13 de ellas ya fueron adjudicadas hace más de tres meses-, cómo se va a arreglar el problema de los retrasos en salidas y llegadas de aviones, qué pasará con los casi 2.500 controladores y con el resto del personal y las empresas bajo el manto de Aena… Y sobre todo, cómo se va a amortizar la deuda de casi 13.000 millones que pesa como una losa sobre los estados financieros de la entidad pública.
Es verdad. Se prometió dar la vuelta al calcetín. Ahora bien, por lo que se sabe hasta ahora, solo se ha puesto freno y marcha atrás al nonato modelo aeronáutico anterior, al que no sólo están dando la vuelta como una media, sino que están poniendo de vuelta y media. Bien, pero y aparte de unos nombramientos -con sus correspondientes dosis de sorpresa que no curan la incertidumbre-, ¿ahora qué?