Feliz 2012, por lo menos, en los deseos. Estrenamos Gobierno, de distinta significación política, e inauguramos año; pero seguimos con los mismos viejos problemas de siempre en el sector del transporte aéreo, el control de navegación y las infraestructuras aeroportuarias.
Año difícil éste que ahora empezamos, según todos los pronósticos de los técnicos y que iniciamos con fuertes recortes en los presupuestos, incrementos impositivos, restricciones en la contratación, ajustes de personal… En fin, una maravilla. Y esto sólo es el aperitivo, o como dijera la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, “el inicio del inicio”. Para colmo, un año bisiesto; es decir, más largo o ancho, con adherencias y “michelines” de un día más, para hacer más necesaria y justificada la “dieta” que se nos prescribe.
Ana Pastor, la nueva ministra de Fomento, hizo una declaración programática en su toma de posesión del cargo: quiere convertir su departamento en «punta de lanza para lograr cuanto antes la recuperación económica». Tras recoger la cartera de manos de su antecesor, José Blanco, Pastor manifestó su esperanza de que su labor al frente del Ministerio sirva «para que los ciudadanos puedan vivir un poco mejor».
Por su parte, Rafael Catalá, el nuevo secretario de Estado de Planificación e Infraestructuras, puso de manifiesto su optimismo y su mejor intención: “Pondremos todo nuestro esfuerzo y nuestro ingenio para ser capaces de desarrollar un completo plan de actividad. Si siempre la austeridad, la seriedad, la responsabilidad, la concordia, la transparencia y la moderación han sido una exigencia del buen Gobierno, ahora, con las actuales condiciones económicas, lo son más. Las dificultades no son solo eso. Yo creo que son acicates para superar los problemas y estamos convencidos de que los problemas que hoy tiene España tienen solución y que los españoles tenemos futuro, no hay lugar por tanto para la resignación”.
Los problemas los tienen ahí, nada más abrir la puerta y reclaman con urgencia una solución. El sector aéreo que heredan la nueva ministra y su flamante secretario de Estado está lastrado por viejos problemas aún no resueltos. En Aena, sin ir más lejos, se encontrarán con una deuda o agujero de más de 13.000 millones de euros.
Pero es que, además, los costes regulados (tasas aeroportuarias y de navegación) tienen su efecto determinante en la cuenta de resultados. Las primeras han experimentado en España un fuerte incremento en 2011, especialmente en los grandes aeropuertos (Madrid un 17%, Barcelona un 11,4% y Málaga un 7,6%), según datos del sector. Las tasas de navegación, por el contrario, han experimentado una rebaja del 7,5%, pero España sigue siendo el segundo país más caro de la Unión Europea, y el tercer país más caro de Eurocontrol.
No es, pues, el panorama tan de color de rosa como lo pintaba en su despedida su antecesor en el cargo, el ex ministro José Blanco: “Uno de los aciertos importantes que ha adoptado este Gobierno fue la reforma del control aéreo, que nos ha permitido reducir los costes de navegación el 50%, que nos ha permitido bajar las tasas aéreas de navegación el 15% y que nos ha permitido una cosa más importante, que es que la previsión de entrada en beneficios de Aena, que estaba inicialmente prevista para el año 2016, se haya anticipado a este año 2011. Por lo tanto, es un ejemplo de eficiencia, de decisión, de determinación y de lo que me siento orgulloso”.
Sin salirse de Aena, se encontrarán con el viejo y complicado problema del control aéreo, planteado y no resuelto -o mal solucionado- con casi 2.500 empleados públicos enfrentados y afrentados; con la adjudicación de parte de las torres de control, pero sin llevarse a cabo este paso y por decidir que hace con ellas y con el resto de las aún no sacadas a concurso.
Luego está la no menos problemática decisión sobre la privatización o no de los aeropuertos, con varias decenas de ellos no sólo muy deficitarios, sino no operativos, inútiles y fantasmagóricos, sin pasajeros y sin aviones, con una carga sobredimensionada de coste estéril de personal y otras sobreviviendo gracias a las generosas subvenciones de los gobiernos autonómicos. El PP lo tenía muy claro hasta hace unos meses, al menos, según confesó su portavoz en la Comisión de Fomento en el Congreso de los Diputados, Andrés Ayala.
Y, para colmo, está el proceso interruptus de cesión de los dos principales aeródromos nacionales -Barajas y El Prat-, cuyo concurso no rato, sino prorrogado, ha sumido en la incertidumbre y perplejidad a propios y extraños, a empresas nacionales y extranjeras y sobre el que habrán de pronunciarse con urgencia la nueva ministra y los nuevos responsables de la política aeronáutica, aún no designados.