Madrid.- La retirada de los transbordadores convierte a las naves Soyuz rusas, más pequeñas, en el único vehículo actualmente disponible para ir a la Estación Espacial Internacional (ISS). En este momento la capacidad para traer objetos de vuelta a Tierra es muy limitada.
La era de los transbordadores ha concluido y la puerta queda ahora abierta a la nueva generación de vehículos espaciales. Podría considerarse un momento crucial para la navegación tripulada de EEUU. Sin reemplazo disponible a la vista, el país tendrá que depender de los cohetes rusos para acceder a la ISS, hasta que sus compañías privadas desarrollen nuevos cohetes y naves espaciales capaces de transportar seres humanos y carga al espacio con seguridad y económicamente.
El reciente vuelo del transbordador espacial Atlantis ha sido el último de este fantástico vehículo, capaz de transportar más de 20 toneladas al espacio y volver”, dijo Thomas Reiter, director de Vuelos Tripulados y Operaciones de la ESA y uno de los 24 astronautas europeos que han volado en un transbordador.
“Es triste, pero tenemos que mirar al futuro, a los nuevos acontecimientos que nos esperan. Seguiremos operando la Estación en los próximos años recurriendo en las naves rusas Soyuz para el transporte de astronautas, y los nuevos sistemas de transporte no tardarán en llegar”, añadió.
Cuando su tren de aterrizaje tocó tierra con éxito el pasado jueves en el Centro Espacial Kennedy, en Florida, el Atlantis -último transbordador espacial de la Nasa- concluyó sus misiones, poniendo punto final asimismo a una era para la navegación de este tipo de aeronaves.
En 30 años, el programa de transbordadores hizo numerosos aportes originales en las áreas de ciencia y tecnología y estableció gran cantidad de jalones para la historia de la navegación tripulada, aunque también ocurrieron tragedias inesperadas, que en algún momento minaron la confianza del público. El 28 de enero de 1986, la nave Challenger estalló en pedazos 73 segundos después de su lanzamiento, ocasionando la muerte de los siete miembros de la tripulación. El 1 de febrero de 2003, el Columbia se desintegró al regresar a la atmósfera de la Tierra, muriendo sus siete tripulantes.
Considerado el más avanzado y versátil equipo de vuelo construido en la historia, el transbordador devino epítome del ingenio humano, así como un símbolo de la superioridad de los EEUU en la navegación tripulada. Sin embargo, sus excesivos costes, la falta de fiabilidad y los recortes del presupuesto condujeron al final del programa.
Aunque el programa de transbordadores concluye, la aventura espacial de la humanidad continuará. La administración de Obama ha revelado un audaz plan para enviar astronautas de EEUU a Marte en las tres décadas próximas. Por otra parte, es gratificante ver como cada vez más economías emergentes se suman a las filas de las potencias espaciales, anotándose progresos notables en la exploración del espacio.
En el ansia humana por desentrañar lo ignoto radica la urgencia por hacer los sueños realidad. Sin embargo, la historia demuestra cómo el instinto codicioso de la naturaleza humana, al actuar con desenfreno, puede conducir a conflictos en la Tierra, algo que ningún país desea repetir en el espacio.