Enrique Guinaldo Fernández
Ingeniero de Solar Impulse 2008-2009
Al amanecer del pasado jueves 8 de Julio se escribió una nueva página en la breve pero intensa historia de la aviación. El avión Solar Impulse HB-SIA, consiguió volar durante 26 horas ininterrumpidamente utilizando únicamente energía solar.
64 metros de envergadura, 1600 kilogramos de peso (de los cuales aproximadamente 400 corresponden a baterías), 200 metros cuadrados de células solares, 4 motores de 10 CV de potencia máxima, 8600 metros de altitud y 26 horas de vuelo completaron el sueño del vuelo tripulado perpetuo. De no ser por el cansancio del piloto –indiscutible protagonista sin lugar a dudas- el avión podría haber seguido volando para siempre.
La misión de Solar Impulse -a pesar de lo que mucha gente pueda opinar- no es hacer famosos a los impulsores del proyecto ni invertir millones de euros en un sueño o una aventura alocada sin utilidad. La misión de Solar Impulse es demostrar al mundo que precisamente otro mundo es posible.
Como antiguo miembro del proyecto -y como ingeniero- he de reconocer mi escepticismo inicial cuando me incorporé al mismo. Sin embargo, mi opinión cambió radicalmente al escuchar las palabras de Peter Frei, ingeniero jefe de estructuras de Solar Impulse: “A principios de siglo dos fabricantes de bicicletas desafiaron a todos los ingenieros y científicos del mundo haciendo realidad un sueño imposible: volar. Fue sólo un salto de unos metros del que muchos dudaron y sin embargo 66 años después un hombre caminaba sobre la Luna.”
El equipo de Solar Impulse ha dedicado varios años de su vida a una empresa noble –pues no hay ánimo de lucro- que “sólo” pretende mostrar al mundo el potencial de las energías renovables.
Ningún proyecto innovador está exento de crítica. Quizás la tecnología desarrollada para llevar a cabo este propósito no pueda aplicarse a la aviación comercial, quizás sea simplemente noticia de un día en los medios de comunicación o un récord más en el Libro Guinness. Sin embargo, quizás conmueva la imaginación de una nueva generación con valor suficiente para crear el mundo que nunca fue, del mismo modo que algunos vieron elevarse en su día el Flyer I de los hermanos Wright y perdieron el miedo a volar.
Solar Impulse seguirá con su misión promocionando las energías renovables y construirá el HB-SIB, un avión más avanzado y mejor para poder dar la vuelta al mundo en unas pocas etapas sin consumir ni una sola gota de combustible. Será el segundo paso de un camino largo y difícil en el que algunos –antes que nosotros- se atrevieron a gatear y otros sin lugar a dudas continuarán con paso firme. Quizás tropiecen, pero volverán a levantarse.
Sirva esta breve reseña como homenaje y agradecimiento a los técnicos, ingenieros y resto de miembros del proyecto Solar Impulse por compartir conmigo su aventura y hacerme ver que nada es imposible y que ser ingeniero es construir el mañana. Tenéis todo mi respeto y admiración.
En algún lugar del cielo, ícaro esboza una sonrisa. ¡Enhorabuena por el éxito!