París.- En los próximos años, los nuevos satélites europeos buscarán respuestas a cómo la contaminación contribuye a la formación de nubes y al papel del metano en el cambio climático. La ESA intentará investigarlo en 2018 con un satélite llamado Aeolus, que medirá los vientos de la Tierra desde el espacio por primera vez.
Anne Grete Straume, miembro del proyecto Aeolus, asegura que "en estos momentos estamos limitados ya que no tenemos muchas mediciones de viento de diferentes lugares. Este es uno de los mayores desafíos para pronosticar el tipo de viento que habrá. Y ahí es donde entran las mediciones de los satélites, y esta misión, que proporcionará mediciones de viento desde el suelo hasta la atmósfera, en todo el mundo, ayudará a mejorar a los científicos".
Desarrollar un dispositivo para medir el viento desde el espacio ha sido un proceso largo y complejo. Los ingenieros del centro aeroespacial alemán en Oberfaffenhofen han realizado pruebas en aviones para calibrar su instrumento Lidar.
El científico aeroespacial Oliver Reitebuch explica: "DLR ha desarrollado un prototipo aerotransportado del instrumento del satélite, y estamos probándolo en este avión, comprobándolo y validándolo.
Y es una investigación muy estimulante porque ya estamos recibiendo antes de lanzarlo los mismos datos que hubiéramos recibido del satélite, y así podremos probar nuestros algoritmos, y recibir experiencia práctica, lo que es muy importante".
Una vez lanzado, el satélite Aeolus medirá vientos a partir de 10.000 hasta 30.000 metros de altura, zonas de las que actualmente no hay datos.
Esa información se utilizará de inmediato para mejorar pronósticos del tiempo.
Reitebuch asegura que "con Aeolus es posible medir el perfil del viento a escala mundial. Puedes medirlo en los trópicos, donde no tenemos ninguna observación eólica hoy en día. Puedes medirlo sobre los océanos. No tenemos lanzamientos de sondas de radio, ni de lanzamientos de globos sobre los océanos. Y una gran parte de la Tierra son océanos. Y se puede medir en la Antártida, en el ártico, donde están sucediendo todos los cambios climáticos".
Ahora se recopila más y mejor información que nunca: información esencial para resolver muchos de los misterios del clima en la Tierra.
Para comprender mejor nuestra atmósfera, necesitamos recopilar datos y eso es exactamente lo que hace un equipo científico en la estación meteorológica de Hoher Peissenberg en Baviera. Wolfgang Steinbrecht, responsable del grupo de investigación sobre el ozono, señala: "Medimos niveles de temperatura, de humedad, viento, y además el nivel de ozono. Y nos interesa porque queremos ver cómo se recupera la capa de ozono".
La capa de ozono de la Tierra a gran altitud fue dañada por la contaminación artificial causada por los gases CFC en el siglo XX. Un globo ofrecerá una medición local precisa del ozono por encima del sur de Alemania. Steinbrecht lo describe: "Atravesaremos las capas bajas, y luego llegaremos a la atmósfera libre aquí, sin la contaminación que proviene del suelo. Hará más frío, hasta que lleguemos a la estratosfera, donde se asienta la mayor parte del ozono y la temperatura vuelve a ser más cálida; ocurrirá a unos diez kilómetros".
El nuevo satélite de la ESA, Sentinel-5P, lanzado el pasado día 13, aportará nuevos datos sobre la contaminación y el ozono. Forma parte del Programa Europeo de Observación de la Tierra Copérnico, de la Comisión Europea, y medirá la contaminación y los niveles de ozono con una precisión sin precedentes. Debería ofrecer información vital sobre de dónde provienen las emisiones perjudiciales y adónde van.
Para el responsable de observación a través de satélites "un satélite que mide el planeta completo, significa que tenemos un instrumento calibrado en todas partes, es decir, que podemos comparar los niveles de contaminación de Europa directamente con los de China y Estados Unidos".
El Sentinel-5P Tropomi, desarrollado en Holanda, también podría ser el instrumento para aclarar el misterio de si la capa de ozono de nuestro planeta se está recuperando después de que los perjudiciales gases CFC fueron prohibidos en 1989.