Madrid.- El pasado año, la facturación del sector espacial global alcanzó un valor de 329.000 millones de dólares. Tres cuartas partes de esa suma provino del sector privado, no de los gobiernos, según publica BBC Mundo.
A lo largo de la historia de la carrera espacial, desde el lanzamiento de Sputnik-1, hace ahora 60 años, el sector privado tuvo un papel subsidiario. Eran los gobiernos los que financiaban y promovían todos estos esfuerzos.
Los avances tecnológicos están cambiando los modelos tradicionales de las misiones al espacio. Un grupo de empresas promete acceso más barato al espacio, con innovaciones tales como cohetes reutilizables y sistemas horizontales de lanzamiento.
Los satélites se están volviendo cada vez más pequeños y su construcción, más barata. Ya hay cerca de 1.500 en órbita.
Los cohetes son nuestra llave de entrada al cosmos. Y aquí también los multimillonarios del mundo están liderando la carrera. La firma SpaceX, de Elon Musk, usa sus lanzadores Falcon 9 para enviar suministros a la Estación Espacial Internacional (ISS), mientras que Blue Origin, de Jeff Bezos, el dueño de Amazon, está trabajando en los cohetes New Shepard y New Glenn. Ambas empresas han desarrollado técnicas revolucionarias que permiten el aterrizaje vertical, un paso significativo en la creación de lanzadores reutilizables.
Mientras tanto, el Grupo Virgin, de Richard Branson, está trabajando nuevas tecnologías para lanzar satélites desde el aire, junto con sus planes para vuelos turísticos suborbitales. Y un nuevo actor que espera cambiar la forma de explorar el espacio es Rocket Lab, de Nueva Zelanda, fundada por Peter Beck. Todavía en sus comienzos, es la única empresa de cohetes del mundo con su propio complejo de lanzamiento, en la península de Mahia, en la Isla Norte neozelandesa.
En la actualidad, el coste promedio de un lanzamiento por satélite es de unos 200 millones de dólares y en EE UU, por ejemplo, el año pasado sólo hubo 22 lanzamientos. Beck dice que una vez que su cohete esté en funcionamiento, el coste de viajar al espacio será de 5 millones de dólares y que la frecuencia de las misiones "podría llegar a una vez por semana".
Hoy se plantea una visión de un mundo en el que la industria espacial se caracterizará por satélites de bajo coste, transportados en cohetes asequibles que se lanzan cuando uno lo desea, todo ordenado con un clic y sin necesidad de esperar el lento movimiento de las misiones espaciales financiadas por los gobiernos.
Una empresa que desea utilizar el cohete Electron de Rocket Lab es Planet Labs, de San Francisco, que diseña y construye su propio "cubesat" en miniatura, el cual pesa sólo 4 kg. A diferencia de los satélites de comunicaciones comerciales que operan en órbitas geoestacionarias altas, a 35.700 km de la superficie de la Tierra, las unidades de Planet Lab, llamadas ‘Doves’, vuelan mucho más bajo, a sólo 500 km.
Esta órbita inferior significa que un satélite puede utilizar cámaras más pequeñas y obtener resoluciones de imagen decentes, reduciendo el peso y el coste a una fracción de los que implican los aparatos tradicionales. Eso significa no sólo precios más bajos para los clientes; también permite que los datos estén disponibles para un número mayor de personas.
Sin embargo, mientras que la evolución de los cohetes y los satélites -el hardware del espacio- a menudo se lleva los titulares, los cambios más importantes se han producido en los usos prácticos de la información que se ha recogido.
Hoy se plantea una visión de un mundo en el que la industria espacial se caracterizará por satélites de bajo coste, lanzados por cohetes asequibles que se lanzan cuando uno lo desea, todo ordenado con un clic y sin necesidad de esperar el lento movimiento de las misiones espaciales financiadas por los gobiernos.
Sin embargo, esta carrera espacial también presenta sus propios retos, dice Gareth Morgan de la firma británica de análisis de información espacial Terrabotics. El gran volumen de imágenes y datos del espacio significa que los sistemas de inteligencia artificial que se usan para analizarlos automáticamente deben ponerse al día.
Tener más información puede ser una buena cosa, pero deben evaluarse también las consideraciones éticas. Hay que recordar que todo el mundo puede ser potencialmente fotografiado desde el espacio en cualquier momento. ¿Y quién tiene acceso a estos datos?
A medida que proliferan los satélites privados y avanza la gran revolución de los datos, los críticos argumentan que debe haber un debate sobre los roles públicos y privados en el espacio, según concluye BBC Mundo.