Madrid.- Las operaciones de la misión de la nave LISA Pathfinder (LPF), un interferómetro que debía ser capaz de registrar las más mínimas perturbaciones en el tejido espacio temporal, finalizaron el pasado mes de julio, fecha en la que se apagó el transmisor de a bordo.
La empresa española GMV ha tenido una participación relevante en el consorcio industrial dirigido por Airbus Denfence and Space, encargándose de la validación del software del LTP, dando soporte en la definición del análisis de misión, así como el control operacional de la órbita del satélite; todo ello desde el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), en Darmstadt, Alemania, además de gestionar los datos científicos enviados por los instrumentos al Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC), en Villanueva de la Cañada, Madrid.
Las ondas gravitacionales son una predicción de la teoría de la relatividad general de Einstein, creadas por objetos masivos al ser acelerados, oscilados o perturbados de manera violenta. Los científicos llevan décadas intentando demostrar su existencia más allá del campo teórico, y aunque ha habido avances en observatorios en tierra como LIGO, la única manera de detectarlas de verdad es en el espacio.
Precisamente para detectarlas en el espacio se concibió la misión LISA (Laser Interferometer Space Antenna) cuyo lanzamiento está previsto en 2034. Sin embargo, para poder constatar que la misión puede llevarse a cabo, era necesario desarrollar una misión previa que lo demostrara, lo que dio lugar a LISA Pathfinder (LPF).
Lanzada en noviembre de 2015, Lisa Pathfinder ha sido un proyecto de investigación compartido entre la ESA y la Nasa con el objetivo de probar la tecnología final que captará las ondas gravitatorias y confirmar que la idea base de LISA (el uso de un interferómetro láser) puede llevarse a cabo.
La esencia de esta nave lo constituía el Paquete Tecnológico LISA (LTP o LISA Technology Package), diseñado por Airbus Defence & Space. En su interior dos cubos idénticos, de escasos dos kilogramos cada uno y separados por 38 centímetros, entre los cuales pasa un haz de luz láser interferométrico encargado de monitorizar y medir (con una precisión sin precedentes) la posición y orientación de estas masas de prueba, de manera que si una onda gravitatoria lo atraviesa, repercutiría en la posición de los cubos y se podría detectar, validando así esta tecnología que se emplearía en la futura misión.
El proyecto ha servido como banco de pruebas y con él se ha logrado un rotundo éxito. LPF ha cumplido su objetivo principal, que era demostrar que LISA es tecnológicamente viable. Pero, además, los datos recogidos en la misión también servirán para investigaciones futuras sobre física fundamental y experimentos espaciales sobre gravedad.