Valencia.- El pasado jueves tuvo lugar el acto de investidura del científico Roger Malina como doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Malina (París, 1950) es un científico especializado en instrumentación espacial y óptica del extremo ultravioleta y ha sido investigador principal en proyectos de la Nasa sobre satélites de exploración. En la actualidad, imparte clases en la Universidad de Texas.
El nombramiento es una propuesta de la Facultad de Bellas Artes, y ha contado con el apoyo, entre otros, del Departamento de Matemática Aplicada. José María Yturralde, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, y José Luis Cueto, decano de la Facultad, actuaron como padrinos de la ceremonia.
En la rueda de prensa previa a la investidura, Malina se ha definido como un nómada: "Estudié física y óptica, y era un apasionado de la astronomía y la tecnología. Pero empecé muy pronto a relacionarme con artistas y a reflexionar sobre el mundo de la cultura.
Cuestionado por la relación entre ciencia y arte, Malina ha explicado que "no es una relación fácil. Unas veces la ciencia está al servicio del arte y, otras, es al revés. En ocasiones se da lo que llamamos una 'fricción creativa', un proceso que da resultados inesperados y, por lo tanto, más interesantes".
"Sin ir más lejos", ha añadido el científico francés, "ahora estamos trabajando en un proyecto sobre el cerebro humano con un neurobiólogo y tres artistas, cuyo papel es ayudar al científico a entender este órgano desde una nueva perspectiva. Ellos representan mediante performances los datos que se van obteniendo sobre el cerebro, aportando nuevas herramientas, lo que da lugar a una interrelación muy compleja".
El nuevo doctor quiso destacar el papel del Laboratorio de la Luz, grupo de investigación de la UPV pionero en la relación arte-ciencia: "Lo conozco desde su creación en 1990, y he venido varias veces a Valencia para trabajar con ellos. Es una suerte que la Facultad de Bellas Artes pertenezca a la UPV".
"Eso", ha proseguido Malina, "facilita el diálogo entre artistas y tecnólogos, un trabajo que muchas veces se malinterpreta y es cuestionado por unos y otros. Se necesitan 'lugares seguros' para que esta relación siga produciéndose y creo que el Laboratorio de la Luz es un 'refugio' donde los artistas pueden arriesgarse".