Valencia.- Franco Ongaro, director de Investigación y Tecnología Espacial de la ESA, ha visitado el Laboratorio de Radiofrecuencia de Alta Potencia en Valencia, una instalación que se encarga de diseñar maneras de que sistemas de radio de alta potencia puedan seguir operando sin problemas en el espacio durante años.
El laboratorio está operado conjuntamente por la ESA y por el Consorcio Espacial de Valencia (VSC) y se dedica a estudiar cómo los “efectos secundarios” causados por la alta potencia de los sistemas de comunicación espaciales pueden afectarlos, buscando modos de evitarlos y de minimizarlos. También desarrolla soluciones a problemas, que satélites ya en órbita, puedan estar experimentando.
David Raboso, que dirige el laboratorio, explica que “cada año, se requiere que los satélites tengan más potencia en sus comunicaciones con la Tierra. Los sistemas de radiofrecuencia modernos operan en niveles de potencia de multi-kilowatios, pero esto puede tener efectos secundarios potencialmente destructivos en el vacío del espacio”.
Entre esos efectos se encuentran, por ejemplo, que la intensa energía de radiofrecuencia generada por dichos sistemas provoque, a su vez, resonancia en las emisiones, o que pequeñas cantidades de los gases alrededor del sistema se ionicen y formen una “corona” brillante. Todo esto puede causar interferencias en las comunicaciones y un mal funcionamiento de estos satélites.
El Laboratorio de Radiofrecuencia de Alta Potencia se fundó en 1980 y, originalmente, estaba situado en ESTEC, en Holanda. Su cometido entonces era estudiar los problemas técnicos que podían surgir en las misiones ERS de observación de la Tierra por radar.
En 2010 fue trasladado a Valencia y, actualmente, forma parte de una red de laboratorios de la ESA, distribuida por toda Europa, que estudia diferentes aspectos del entorno espacial y cómo afecta al rendimiento de los satélites y sus sistemas.