Apagar la luz impide ver los defectos, pero no los elimina. Al final, siempre amanece y llega la claridad al despuntar el día. Hay quienes se empeñan en suprimir el marcador creyendo así evitar la goleada. Pero no por cerrar los ojos o tapar los oídos se desvanece la realidad ni se acallan o silencian las voces.
Empeñados en la privatización de la empresa pública, a los directivos de Aena no parecen preocuparles tanto los nefastos resultados de su gestión como que éstos se conozcan. Y así van tirando balones fuera, girando el foco a otra parte, echando las culpas a otros y, sobre todo, tratando de suprimir el tanteador como si con ello desapareciera el “score” e impidieran el registro de la abundancia de goles encajados en propia meta.
La ministra Ana Pastor, que denunció apenas llegada al Ministerio de Fomento las mentiras del pendrive entregado con los resultados de Aena, no tuvo inconveniente alguno en mantener entre los cuadros directivos de la empresa pública gestora de los aeropuertos a los mismos cuyo comportamiento había criticado. Alguna experiencia en ello tienen. Y dotes para enseñar a los nuevos también han demostrado, a juzgar por lo pronto que varios de ellos aprendieron el manual.
Parece como si algunos de los que mandan en Aena hubieran decidido eliminar la “caja negra” para evitar que se conozcan las causas de los malos resultados registrados. “Apaguemos el foco y no se verán los defectos”, parecen pensar. Escondamos las estadísticas del descenso de pasajeros en Madrid, excluyamos de las ruedas de prensa a los periodistas que puedan preguntar cosas que nos resultan inconvenientes, contestemos con juegos malabares y el arte de buen trilero a los diputados que quieren conocer nuestras retribuciones.
El que fuera presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), Fernando González Urbaneja, ha denunciado recientemente “los organismos de propaganda” en los servicios de Comunicación del Gobierno. Para él, “un gran ejemplo de cómo funciona nuestro país en estos momentos”.
Y es que algunos altos directivos de la entidad estatal -de altos vuelos y más elevados sueldos viajando en coches de alta gama- parecen olvidar que son servidores públicos, es decir, empleados de todos los españoles a los que deben, además de una buena gestión, rendir cumplida y puntual información y presentar cuentas de su administración, por impresentables que éstas sean.
Pero, en Aena, con 14 millones de pasajeros menos en dos años, con una deuda de 12.500 millones y una cuenta de resultados casi con el triple de pérdidas que el año anterior, no es como para despejar pelotas fuera, echar las culpas a otros e ir sacando pecho por lo bien que lo hemos hecho.
Tampoco es para presumir de austeridad en la gestión cuando prescindiendo de 1.300 empleados se duplica la retribución de la alta dirección o te tienen que abortar la licitación de un Audi de lujo “con tapicería en cuero napa beige, cuadro de mandos beige trufa-beige pistacho, moqueta beige-trufa e interior techo beige seda”.
No es, pues, precisamente como para optar al premio a la transparencia la política del apagón informativo, la exclusión de determinados periodistas en las convocatorias de prensa, jugar al trile escondiendo los pésimos datos estadísticos bajo una prolija proliferación de notas de prensa insustanciales o las contestaciones a las preguntas parlamentarias sobre los elevados sueldos de los altos directivos con circunloquios, logogrifos y ecuaciones de tercer grado.
Por retirar el foco, apagar la radio o el televisor, ignorar los periódicos o encargar en ellos espacios laudatorios, controlar internet y demás redes sociales no desaparecen las noticias o se tuerce el brazo a la realidad y los hechos que las conforman. La muerte del mensajero, no mata el mensaje, lo oculta, lo demora. La censura del medio, en definitiva, es en sí misma el mensaje, su contenido.
Pero en la era digital, en tiempos de globalización y de la aldea planetaria, del GPS, Galileo y otras constelaciones satelitales, internet y demás redes sociales, no se puede sombrear por completo la tozuda realidad y dejar a un país sin cobertura.
“Vivir es fácil con los ojos cerrados, entendiendo mal todo lo que ves”, cantaba John Lennon. Y es que no hay como no mirar cuando se prefiere no ver, Y ya se sabe: ojos que no ven corazón que no siente. Pero apagando la luz sólo se ocultan los defectos, no se eliminan. Y, a la postre, al amanecer siempre sale el sol.