Aena ha sido, desgraciadamente, noticia titular de apertura prácticamente en todos los diarios y telediarios este pasado mes de agosto, sólo eclipsada a partir de los trágicos, dramáticos y terribles sucesos ocurridos en Cataluña.
¿Qué pasa en Aena, que ha sido triste protagonista de las vacaciones de muchos pasajeros en el aeropuerto de Barcelona? ¿Qué pasa en Aena, que el titular de Fomento, íñigo de la Serna, se ha quedado sin vacaciones? ¿Qué pasa en Aena, que los demás miembros del Gobierno han tenido que interrumpir su descanso estival para acordar en un Consejo de Ministros extraordinario el arbitraje en el conflicto de los trabajadores de seguridad en El Prat?
¿Qué pasa con el presidente de Aena, José Manuel Vargas, cuyo cese ya es un clamor popular? ¿Dónde se encuentra, que hasta el diario ‘El país’ denuncia que ni está ni se le espera ni da la cara “mientras El Prat sigue en el caos”? ¿Por qué otro periódico como ‘La razón’, nada crítico con el Gobierno del PP, exige en tres editoriales casi consecutivos “su inmediata destitución”? ¿Es verdad, como se ha publicado, que hasta cuatro ministros han calificado de “nefasta” su gestión de Aena?
¿Qué pasa en Aena para que pidan también su cese el principal partido de la oposición y los sindicatos y se declaren en huelga los trabajadores de las empresas concesionarias en los aeropuertos e incluso los propios empleados de la empresa gestora aeroportuaria hayan convocado 25 jornadas de paros?
¿Qué pasa en Aena?, se pregunta y pide explicaciones al Gobierno su partido aliado Ciudadanos. ¿Qué pasa en Aena? Se plantean enojados muchos pasajeros afectados por los conflictos en los aeropuertos. Y para muchos observadores, lo que está pasando en esta empresa monopolística semipública y semiprivada es precisamente esa condición mitad pública y mitad privada en la que se encuentra desde su salida a bolsa hace dos años y medio. Ese desequilibrio entre las motivaciones sociales, de servicio a los ciudadanos pasajeros, que debe inspirar la empresa pública y el interés por la cuenta de resultados, el crecimiento del valor de su acción como empresa privada. Si el 49% privado de Aena prima sobre su 51% público es fácil encontrarse con escenarios como los que hemos contemplado este verano en el aeropuerto de El Prat y pueden repetirse en otras terminales repartidas por la geografía nacional.
Llama la atención que ante la convocatoria de 25 jornadas de huelga de los empleados de Aena para el último cuatrimestre del año, la dirección de la empresa “sugiera al Ministerio de Hacienda y de la Función Pública la conveniencia de incrementar las plantillas por encima de la tasa de reposición, con objeto de dotar al gestor del capital humano adecuado para atender los retos de los próximos años”, cuando hace tres años prescindió de 1.200 empleados con el criterio tan poco valorativo como el mero hecho de cumplir los 55 años. Ahora caen en la cuenta de que con menos empleados tienen que hacer frente a un mayor tráfico aéreo.
¿Qué está pasando en Aena? Alguien se lo tiene que mirar, desde luego. Según explica el sindicato de funcionarios públicos, los problemas laborales en Aena tienen su causa común en una política de contratación de servicios que busca la reducción de costes por encima de cualquier otra consideración y que lleva a las empresas adjudicatarias a trabajar con márgenes inviables.
Editorial de la revista Actualidad Aeroespacial de septiembre 2017